opiniones encontradas
Anoche, mientras se presentaba la novela
Sustitución de Jack Martínez,
escuchaba con atención las intervenciones de María José Caro y Alonso Rabí.
Como me tocó abrir y cerrar la presentación, me di el tiempo para recordar lo
que siempre recuerdo en cuanto a la recepción de los libros.
Todavía no publicaré la reseña de la
novela de Martínez, pero sí me parece saludable que esta venga generando
opiniones encontradas. Eso es lo mejor que le puede pasar a todo libro. Las
opiniones unánimes sirven de muy poco, o siendo sinceros, de absolutamente nada
en los menesteres valorativos. Ocurre que el autor peruano promedio, aún más el
de la era 2.0, está acostumbrado al saludo fácil de las plateas virtuales, lo
que germina en él una malsana condición de intocabilidad. Por eso vemos las
reacciones ante una mala reseña, reacciones que siempre han existido pero que
hoy en día pueden mostrarse más.
En la era previa al 2.0, si un autor
recibía una mala reseña, tenía dos opciones: desahogarse en el bar más cercano
o buscar al crítico de ocasión para sacarle la entreputa. Ahora es peor, el
autor, mellado en el orgullo, accede a las redes, las que le permiten disfrazar
su piconería o mostrarse tal cual, sea hipócrita o matón.
Las reseñas son muy necesarias, ayudan a
tener un panorama claro del libro de turno, pero no son determinantes ni en las
ventas ni en lo que importa: su dimensión literaria. Obviamente, en ocasiones
las reseñas lapidarias pueden tener razón, pero se entiende que no debemos
hacer de la excepción una regla. Por ello, ante una reseña negativa, el autor debe
sacar a flote el estilo, la inteligencia, es decir, sacarle la vuelta mediante
la personalidad. Y personalidad es lo que desde la prehistoria le viene faltando al autor
peruano. No sabe estar.
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