larga noche
Luego de un sábado adrenalínico, regreso
a la normalidad. Pongo en orden lo visto y vivido el fin de semana, y no solo
me refiero al triunfo de Alianza Lima ante Universitario, un triunfo que bajó
los humos a los cremas, que estaban seguros de que se iba a repetir el
accidente del clásico anterior. Solo vi el primer tiempo en casa, porque debía
estar en el CCPUCP para ver una película del ciclo de cine francés
contemporáneo.
Llegué al centro cultural con tiempo,
aunque sentí temor de toparme con una inmensa cola, tal y como suele suceder en
estos ciclos. Pero no había nadie, entonces ocupé una mesa de la cafetería,
ubicada frente a un televisor. Las atajadas de Butrón me depararon no solo la
seguridad de que no se iba a perder, sino que también se podía ganar. El gol de
Cruzado fue de otro partido, y no me sorprende, porque la magia con el balón es
patrimonio blanquiazul.
Pedí un espresso y me limité a observar
la puerta de entrada de la sala de proyección. Más allá de los mozos del café y
un par de guardianes, yo era la única persona en el centro cultural, detalle
fugaz que me llevó a mis años en la Filmoteca del Museo de Arte, cuando asistía
a las proyecciones de última función de días de semana. Habré visto cientos de
películas solo y quizá ese recuerdo sea el que me impida ir a las salas de
cine, en las que mi paciencia se pone a prueba.
Vi Eden
(2014) de Mia Hansen Love. Las referencias reseñiles la hermanan con una
maravilla: 24 Hour Party People de
Winterbottom. Motivo suficiente para mirarla. Los minutos corrían y me asumía
como un privilegiado porque no estaría expuesto a las tonterías de los
espectadores, tonterías que no conoce de límites en los ambientes “cultos”,
nunca falta alguien que reviente un chicle, olvide apagar el cel o programarlo
en modo avión. La película empezaría en poco más de 15 minutos. Ante ello, se
me antojó otro espresso, pero cuando llamé al mozo, me percaté de que una turba
bajaba por las escaleras, proveniente de la sala de proyección del segundo
piso. Muchos de los que salían se ubicaban en la cola para Eden. Sacrifiqué el segundo espresso y me abrí paso a patadas. Era
el inicio de una salvaje noche de invierno.
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