sábado, junio 03, 2017

para no decir nada

Mientras caminaba por Quilca y Camaná, a la caza de un libro específico sobre una cultura precolombina, el azar quiso que me topara, y en cuatro ocasiones y lugares distintos, con siete libros de narrativa peruana noventera. No los compré porque los tengo, pero la ocasión me resultó propicia para revisarlos, más aún cuando supe que no encontraría el libro que andaba buscando, el cual me ayudaría en un reportaje.
Tres novelas y cuatro cuentarios. Revisé sus páginas y recordaba el contexto en que los leí, conformado por años signados por la salvaje lectura. Al vuelo, no había mucho que comparar en términos de escritura con la producción narrativa del presente siglo. En este sentido, ha habido un avance. Sin embargo, revisarlos me hizo tener una idea más clara de lo que era la práctica de escribir en esos años, especialmente el aliento en el que descansaba su ejecución. Un aliento en el que podías notar una luz pese a los defectos formales y, seguramente, las pocas lecturas formativas de sus autores. Me sentí agradecido, porque esa luz es detrás de las palabras es lo que justifica la experiencia literaria, pequeño gran detalle ausente en la narrativa peruana actual.
Es decir, no basta con escribir bien. Escribir bien para no decir nada. Por eso tenemos autores talentosos pero que no comunican, entregados a una pedantería verbal que delata una clamorosa falta de personalidad. La mentira de un supuesto buen momento se construye a cuenta de las ventajas que hoy por hoy deparan las redes sociales que, más allá de sus curiosas taras, hacen que las nuevas e inevitables argollas compartan un involuntario fin común: la no existencia de malos escritores peruanos. 
Cuando dejé en su lugar el último libro noventero, me fue imposible no pensar en qué había sido de sus autores. A un par los busqué por Facebook, a quienes me alegró verlos como felices padres de familia, pero también recordé las malas reseñas que recibieron a causa de la poca pericia verbal que exhibían en sus libros. Imagino que llegará el día en que se les haga justicia.

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