la deuda del copé
Un ensayo de Mateo Díaz sobre los
premios Copé llama mi atención en esta mañana de lunes. Si gustas, lo puedes
leer aquí.
Por ello, me puse a revisar los títulos
ganadores de las últimas ediciones de los Premios Copé de Novela, Cuento y
Poesía. Pero reconozcamos primero la valía del Copé como estímulo, más aún en
un país como el nuestro, que ofrece todas las alternativas, y las aún por inventarse,
para que nadie abrigue la más mínima posibilidad de dedicarse por un tiempo a
la creación literaria. El Copé, en ese sentido, es un persistente milagro
cultural y su sola existencia debe ser celebrada cuantas veces sea posible.
Este fugaz viaje al mayor premio del
oficialismo literario peruano me permitió reafirmar viejas y gratas impresiones
con algunos cuentos y poemarios ganadores y finalistas. Pienso en los cuentazos
de Óscar Colchado, Fernando Iwasaki y Christ Gutiérrez; y en los poemarios de
Óscar Limache, Miguel Ildefonso, Jorge Nájar, Domingo de Ramos, Jorge Eslava y
Juan Cristobal.
Sobre las novelas ganadoras, reconozco la
fuerza narrativa de Luis Fernando Cueto y Julián Pérez, los autores más
importantes del Copé de Novela hasta el momento, pero siendo sincero, ni Ese camino existe (2011), ni Criba (2013), son lo mejor de su producción.
En cuanto al Copé de Ensayo aún no puedo decir mucho por tratarse también de un
premio joven.
Entonces, ¿qué ocurre con los Copés de
Cuento y Poesía? ¿Por qué en casi 40 años de vida no ha entregado lo que los
lectores peruanos esperamos: más de una incuestionable obra maestra? El sentido
común nos indica una triste realidad: el Premio Copé ha construido su prestigio
en base al dinero que otorga. Especulemos: ¿el Copé tendría impacto si
recortáramos su monto pecuniario? ¿Y la calidad literaria? Bien gracias. Por
esa razón, los lectores condenan a sus autores al inmediato olvido. En ello no
tiene nada que ver la pésima logística de distribución y difusión que Petroperú
hace de sus libros premiados. Si los libros premiados exhibieran una calidad
excluyente, estos no demorarían integrarse en el imaginario de los lectores.
Tratemos
de explicar esta catástrofe, busquemos una razón, entre varias posibles, que nos
brinde luces de la situación, a saber: pienso en la mayoría de los integrantes
de sus jurados, que transitan por senderos seguros, privilegiando la fuerza del
tema y cerrando filas en contra de miradas y sensibilidades distintas a nuestra
tradición literaria. Pregunto: ¿acaso un talentoso autor de una novela o un cuento
de ciencia ficción tendría opciones de ser tomado en cuenta por el jurado de
ocasión? Pues no. Para entrar al bolo, el autor debe ajustarse a los Hits,
apunta si quieres ganar: violencia política, historia, inmigración,
antropología y sociología. Sazonas al gusto y listo el pollo.
Sin embargo, no nos olvidemos del otro jurado, más silencioso y que viene
pasando piola, aquel que se encarga de la preselección. Queda fuera de
discusión el nivel intelectual del jurado oficial, pero qué garantía se tiene
de los responsables del filtro. Hay pues mucho que hacer en las entrañas del
Copé.
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