generación del desencanto
Entre las actividades de la Casa de la
Literatura Peruana, habría que prestar atención al ciclo Narradores peruanos de los 80: El sonido y la furia, a desarrollarse
los próximos viernes 6 y sábado 7 del presente mes de octubre.
*
Desde que sigo el desarrollo de la
narrativa peruana, no he dejado de preguntarme por el descuido que se ha tenido
con la narrativa de la década del ochenta, que vista a la distancia, ha
entregado nombres más que atendibles a nuestro imaginario narrativo. Un motivo
que nos permita entender esta especie de falta de interés podría obedecer a la
inexistencia de suficiente material bibliográfico, que como tal impide realizar
un seguimiento adecuado de cómo se desempeñaban los narradores de aquellos
años, que como sabemos, fue un tiempo signado por la barbarie, la desesperanza
y la violencia que afectaban todas las instancias de la vida social.
Así parezca contradictorio, fue la
poesía la que concitó la atención. Al respecto, podemos especular sobre aquel
fenómeno, que asociamos a la “facilidad” que existía/existe para la
materialización de un poemario. Su naturaleza artesana como destino, que
bastaba para los diarios y revistas. Situación distinta si hablamos de un
libro, sea novela y cuentario, que demandaba un desembolso económico que muy pocas
editoriales y contados autores estaban en condiciones de cubrir. Esto, como
primera explicación racional. Sin embargo, no dejemos de lado el ánimo del
artista en formación. Había pues que tener la piel dura para seguir en un
oficio literario en un país que día a día invitaba a sus hijos a huir de él lo
antes posible. En este sentido, me es imposible no preguntarme por aquellos
jóvenes interesados en la práctica de la escritura en medio de un contexto que
no ofrecía el más mínimo de los estímulos. No son pocos los que desistieron en
este afán, pero los que quedaron, los que persistieron, y hay que ser justos,
no lo hicieron nada mal.
Para tener una idea, o un acercamiento a este
panorama, revisemos la histórica antología En
el camino (INC, 1986), de Guillermo Niño de Guzmán. Su prólogo, “La
generación del desencanto” nos ofrece un paneo social y literario, de la situación del escritor que deseaba darse
a conocer. Digamos también que no sorprende que el antólogo haya tenido que
convocar a muchos autores sin libro publicado, a los que tuvo que leer en
revistas literarias de corta vida. Se trató de una actitud arriesgada, mas no
tuvo otra opción, había que dejar testimonio y lo hizo mediante cuentos que si
los comparamos con la producción de nuestras nuevas plumas, algunas de estas
últimas palidecerían de verguenza. Repasemos la nómina: Cromwell Jara,
Guillermo Saravia, Siu Kam Wen, Zein Zorrilla, Mariela Sala, Alejandro Sánchez
Aizcorbe, Mario Choy, Ernesto Mora, Carlos Schwalb, Augusto Tamayo San Román,
Alonso Cueto, Guillermo Altamirano, Rafael Moreno Casarrubios, Walter
Ventosilla y Mario Ghibellini.
De esta selección, es evidente el lugar
de privilegio que a la fecha ostentan Cueto y Jara. Algunos han elegido
transitar el camino del perfil bajo y otros simplemente abandonaron el oficio.
Por ello, esta antología vendría a ser una radiografía de época, la misma que
tendría que reeditarse y de esta manera ser apreciada por nuevos lectores.
Pienso también en otra antología,
valiosa y hecha en la seguridad que depara la distancia del tiempo: Narradores peruanos de los ochenta. Mito,
violencia y desencanto (Universidad Ricardo Palma, 2012) de Roberto Reyes
Tarazona. Antología pautada por la diversidad temática y cuya riqueza descansa
en el amable “peso” de la escritura. Más allá de los tópicos abordados por los
autores seleccionados, asistimos a una sinfonía de la escritura. Estamos pues
ante una feliz asociación entre la escritura y el nervio temático. Al lector de
ocasión le podrán gustar unos cuentos más que otros, eso es indudable, pero lo
que no negará es la sensación que transmiten estas páginas: la escritura en
serio, ajena a modas narrativas e intereses editoriales.
Tal y como señalamos, Reyes Tarazona fue
a lo seguro, aquí sus convocados: Luis Nieto Degregori, Dante Castro, Zein
Zorrilla, Walter Ventosilla, C. Jara, Julián Pérez, Teófilo Gutiérrez, A. Cueto,
Guillermo Niño de Guzmán, Jorge Valenzuela, Pilar Dughi, R. Moreno Casarrubios,
Carlos Herrera, M. Sala, Siu Kam Wen, Fernando Iwasaki y Mario Choy.
Aunque ausentes en ambas antologías,
sumemos los nombres Mario Bellatin y Jorge Ninapayta. El primero, reconocido
como uno de los escritores más relevantes de la narrativa latinoamericana contemporánea; y el segundo, considerado un excelente cuentista, sin embargo, todavía falta
reforzar la difusión de su obra, todo un maravilloso ejemplo de que en Perú los
buenos libros son insuficientes para posicionar la poética de un autor.
Obviamente, estos narradores no son los únicos que aparecieron en ese decenio,
varios de ellos se dieron a conocer después de tiempo, como Javier Arévalo, Carlos Arámbulo, Luis Fernando Cueto, Peter Elmore, Jorge Eduardo Benavides y
Mario Suárez Simich.
En otro orden de cosas, subrayemos la
carencia de ensayos sobre ese periodo narrativo. Los pocos que he leído solo
pueden ser asimilados por entendidos, cuando lo cierto es que estos narradores
no necesitan especialistas, sino lectores que disfruten de sus narraciones.
Dicho esto, destaquemos un buen aporte para su difusión, el breve ensayo de Subjetividades amenazadas (Cuerpo de la
metáfora, 2013) de Carlos Yushimito. Aquí el autor nos invita a indagar en esta
generación, reforzando su discurso al incluir los cuentos de tres autores
elegidos: G. Niño de Guzmán, “Caballos de medianoche”; A. Cueto, “La venganza
de Gerd” y J. Valenzuela, “El secreto de Marion”.
Por lo dicho hasta el momento, se deduce
que tenemos una deuda con estos narradores, a lo mejor conforman
una generación perdida o, como bien señalan Niño de Guzmán y Reyes Tarazona en
sus antologías, una del desencanto. Sea como fuere, considero que es
momento de luchar contra el olvido, sin caer en demagogias, porque como toda
generación, esta tuvo extraordinarios escritores, como también buenos, regulares,
mediocres y pésimos. Lo que me queda claro es que de una posible navegación en
ella, no pocos saldrán gratamente sorprendidos.
…
En SB
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