jueves, octubre 05, 2017

se esperaba más

Tras la lectura de Conversación en Princeton (Alfaguara, 2017), libro en el que se reúnen los diálogos sobre literatura y política que mantuviera Mario Vargas Llosa con el crítico Rubén Gallo durante un semestre académico de 2015, arribo a sensaciones encontradas.
Subrayemos que el recorrido por estas páginas nos revela la vigente lucidez intelectual de una de las plumas más privilegiadas de la narrativa contemporánea. Puede sonar a lugar común, pero no. Si hay algo en lo que Vargas Llosa ha destacado como pocos, es precisamente en la amplitud de su mirada para leer la realidad, sea para fines de ficción, como de interpretación. Alegra ser testigo, una vez más, de su coherencia intelectual (pequeño detalle del que deberían aprender los agrandados de las aldeas literarias), también de su ética creativa que ha cuidado y fortalecido en más de cincuenta años de trayectoria. Gallo, como responsable de este despliegue discursivo del Nobel, dirige las sesiones con rigor y claridad expositiva, abordando tópicos como la teoría de la novela, el periodismo y la política, que incentivan el despliegue de la cultura oceánica de Vargas Llosa. A ellos, se suman los alumnos, que nos brindan acercamientos a los títulos más conocidos del autor, o, en todo caso, aquellos escogidos por Gallo para direccionar la mayoría de estas conversaciones. Pensemos en Conversación en La Catedral, Historia de Mayta, ¿Quién mató a Palomino Molero?, El pez en el agua y La fiesta del Chivo.
Párrafo aparte merece la participación de Philippe Lancon, periodista sobreviviente del atentado islamista contra el semanario Charlie Hebdo, ocurrido el mismo año en que suceden estos diálogos. Lancon describe al detalle lo que vivió aquel fatídico día: los terroristas ingresaron a las instalaciones de la revista sabiendo que había pocas vías de escape. Tuvo que fingir que estaba muerto y aguantar en silencio la bala incrustada en su cuerpo. No exagero: este testimonio es el inmediato vínculo sensorial con el lector, el toque de sal en las páginas de la publicación.
Sin embargo, tengamos en cuenta que muchas preguntas y respuestas son de conocimiento del lector recurrente de Vargas Llosa. Podríamos asumir que sus respuestas son producto de la impresión primeriza de los alumnos que comienzan a descubrir su poética narrativa. El escritor ofrece nuevos caminos a su obra, como también a su pensamiento (en lo referido a la político, el rol del periodismo hoy y la situación del terrorismo internacional), mas no hallamos información que podamos catalogar de relevante. Tampoco podemos pasar por alto la profunda decepción que sentimos en la sección dedicada a El pez en el agua, cuyas preguntas están marcadas por la obviedad, ni qué decir de las respuestas, muy lejanas de toda motivación a repreguntas que rescaten este apartado que prometía nuevas ideas sobre uno de los libros mayores de nuestro escritor. 
Por lo dicho, se deduce que a Conversación le faltó arrojo, quizá sus interlocutores se vieron eclipsados ante el autor (suele ocurrir, no importa cuán experimentado sea el alumno o especialista). Pese a ello, no estamos ante un libro que decepciona, pero sí ante uno del que esperábamos muchísimo más.

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