psh
Hace mucho tiempo le dije a mi amigo
Abelardo, mientras cenábamos en un chifa del Rímac, que Philip Seymour Hoffman
era un actor injustamente subvalorado y que merecía, al menos, un rol
protagónico en alguna película. Abelardo escuchaba en silencio mientras rociaba
sobre su chijaukay una extraña mezcla en base a limón, mezcla que pidió preparar
al cocinero del chifa, entonces me miró y dijo:
“Seymour es un actorazo. Debes ver Love Liza”.
No hablamos más de Philip Seymour
Hoffman.
Días después me puse a buscar esa
película. Me informé de ella sin exceso, como para no saciar el interés. Solo
lo básico: Love Liza fue dirigida por
Todd Louiso, se estrenó en 2002 y el guion fue escrito por Gordy Hoffman,
hermano mayor del actor. La película tuvo críticas muy polarizadas, desde
aquellas que la calificaban de maravillosa a las que la tildaban de mero
ejercicio estético, aunque no dejaban de reconocer la brillante actuación de
PSH.
En mis quincenales visitas a Polvos
Azules, no dejaba de preguntar a mis proveedores si ya la tenían. Más de uno
llegó a decirme que sí, pero con fallas de imagen (tal y como la vio Abelardo).
Esta situación se repitió hasta siete veces y todo indicaba que tendría que
esperar más de lo que suponía para verla. Sin embargo, por algo uno tiene muy
buenas amistades. La pude ver gracias a Susana, que me la trajo de Santiago.
A excepción de Love Liza, Capote y la
obra maestra Synecdoche, New York,
PSH siempre ha actuado en roles secundarios. Sin duda, él pertenece a esa rica
tradición norteamericana de actores de reparto. Repasemos al vuelo: el
enamorado y onanista Allen en Happiness
de Todd Solondz, el enfermero Phil Parma en Magnolia
de Paul Thomas Anderson, el legendario crítico de rock Lester Bangs en Almost Famous de Cameron Crowe y el
nervioso y enamoradísimo gay Scotty J. en Boogie
Nights de Anderson.
En Love
Liza da vida a Wilson Joel, que atraviesa una tragedia: el suicidio de su
esposa Liza. Como es de suponer, Wilson se entrega a los caprichos del
abandono: no se baña, duerme en el piso de su casa, anda distraído, muestra
comportamientos por demás forzados con sus compañeros de trabajo, etc. Pero estas
actitudes no son más que la coraza ante la implícita duda que lo carcome: la
curiosidad por saber, y no saber, qué es dice la carta que Liza le ha dejado,
carta que encontró de casualidad debajo de la almohada. Mediante esta lectura,
al menos Wilson pondría en orden sus pensamientos y sentimientos, pero no, se
adhiere más a la opción de seguir viviendo en la dejadez y, de esta manera,
seguir el mismo sendero de su esposa suicida. No suficiente con lo que le
ocurre, su suegra Mary Ann (impecable Kathy Bates, la recordada Annie Wilkes de
Misery) le exige que abra de una
buena vez esa carta, porque ella, en su condición de madre, está en su derecho
de conocer la razón del suicidio de su hija. Sin embargo, Wilson se resiste y
busca otras vías de evasión, una realidad paralela que, hasta cierto punto, consigue
en la inhalación de gasolina.
Wilson abre la carta cuando intenta
suicidarse.
Luego de ver Love Liza, supe el por qué mi pata se había quedado en silencio
cuando me dijo que debía verla y ahora lo entiendo, lo entiendo muy bien.
Love
Liza
confirma lo que muchísimos pensamos: Philip Seymour Hoffman figura como uno de
los mejores actores en la historia del cine. En todas las películas que ha
participado hemos visto la solidez actoral por la que siempre lo vamos a
recordar.
1 Comentarios:
The master y The doubt (y)
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