copé de cuento 2016 en deuda
El premio Copé es el máximo galardón
literario y cultural al que puede aspirar todo escritor peruano, al menos en
teoría. Así es, en teoría, porque en la experiencia de la lectura ingresamos a
una dimensión por demás decepcionante y ello se debe a que el organismo estatal
que lo patrocina en sus categorías de Ensayo, Novela, Cuento y Poesía, no ha
sabido construir su prestigio en base a la calidad, sino en el monto pecuniario
con el que premia. Monto que seduce a todos los participantes, cosa que no
suscita señalamiento por la sencilla razón de que el dinero es importante, ya
que brinda a los ganadores la
posibilidad de dedicarse a su labor creativa e intelectual sin apuros durante
un tiempo.
*
Si hacemos una revisión fugaz a los
textos ganadores y finalistas, encontramos pocas deliciosas uvas en el racimo.
Pensemos en la categoría Cuento, que
junto a la de Poesía, es la más antigua del codiciado premio. Esta revisión
viene a cuenta de la lectura del último libro que reúne a los ganadores y
finalistas de 2016, El cuadro de Marilyn
(2017).
*
En esta larga historia del Copé de
Cuento, no todo ha sido oscuridad, aburrimiento y barata antropología, tenemos
textos ganadores que han estado a la altura, como “Cordillera negra” (1983) de
Óscar Colchado, “Cuando las últimas luces se hayan apagado” (1994) de Yuri
Vásquez, “El derby de los penúltimos” (1998) de Fernando Iwasaki, “Guitarra de
palisandro” (2002) de Gregorio Martínez y “Los caminantes de Sonora” (2012) de
Christ Gutiérrez.
Así es, muy pocos títulos ganadores de
valía para tanta luz. Al respecto se ha especulado sobre los criterios de los
jurados para designar a los ganadores y finalistas en cada edición bienal. Mas
el motivo del presente artículo no es indagar en esta racha de desaciertos que
no solo atentan contra la imagen del Copé y que horadan las trayectorias de sus
autores. Para nadie es un secreto el poco interés que la prensa cultural, críticos
literarios de medios y los lectores muestran hacia los ganadores. En otras
palabras, y resulta penoso decirlo si vemos el Copé de Cuento en conjunto: la
concursografía no garantiza calidad, menos conduce al reconocimiento literario,
a lo mucho a contados saludos oficiales, y de allí la infatigable lucha contra
el inmediato olvido.
*
De los cuentos ganadores y finalistas
del año pasado se viene erigiendo una mentira sobre la buena salud del Copé.
Aparte de tratarse de una mentira rastrera, se impone la obviedad de su
realidad: estamos ante el peor Copé de Cuento de la historia.
Pero seamos justos, si una
característica identifica a los cuentos de su último volumen, es el anuncio de
una renuncia a lo que configuraba a la mayoría de cuentos de otras ediciones: el
quiebre de la bandeja de vidrio en la que se sazonaba un explosivo potaje, toda
una experiencia culinaria que hacía explotar los estómagos más recios, cuyos
ingredientes se imponían por su condición de tema y no por epifanía literaria.
Este quiebre con el tema ya lo podíamos
rastrear en los cuentos que conforman el precedente conjunto, Patrimonio (2014), pero en esta ocasión el
tópico viene encausado por un flojísimo tratamiento narrativo, o, en todo caso,
por una narración excesivamente segura, que constatamos en los tres primeros
puestos: el cuento que titula la publicación de Santiago Merino Acevedo,
“Santeros” de María Lourdes Torres y “Esa pequeña luz en la ventana” de Miguel
Ángel Torres Vitolas. Técnicamente irreprochables, pero a los que les falta
nervio y arrojo en su desarrollo, por eso no emocionan ni comunican, solo
transcurren en sus respectivas tramas. Los he vuelto a leer y me queda muy
claro que estamos ante textos pautados por el cumplimiento estructural, me
pregunto: ¿acaso fueron escritos para agradar?
Sin embargo, las gratas sorpresas las
encontramos fuera del trío de ganadores, en este sentido, habría que prestar
atención a lo que en el futuro haga Carlos Zambrano, cuyo cuento “Se llevan
todo” dejó una buena impresión, además, le sugeriría al autor escribir más con
el corazón, que de ser así, podría sorprendernos. Destaquemos también el
destape de Jorge Casilla, su cuento “De lo que le sucedió a don Quijote en el
bosque de Roque Guinart” mereció, sin lugar a dudas, una mejor ubicación si es
que nos ceñimos a la frivolidad de los puestos. En lo personal considero que
fue un error mandar este cuento al concurso, puesto que al Copé todavía le
falta desarrollar la sensibilidad idónea para detectar lo mucho que transmiten
textos como los de Casilla. Y Joe Iljimae confirma su proyección narrativa con
el mejor cuento del volumen. Golazo de otro partido: “El hijo de las sombras”,
en el que no solo hallamos destreza técnica, sino que asistimos a la unión
discursiva del tema y la prosa, unidas en un propósito denso, aunque por
momentos abusa de ello, que nos lleva a pensar en la violencia emocional digna
del Onetti más alucinado. Nos encontramos ante un cuento que es un fiel reflejo
de la creciente madurez narrativa del joven autor.
…
En SB
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