sábado, noviembre 04, 2017

coherencia / tibieza

Mucho se dice de los principios que rigen las nobles y justas causas sociales, y hay quienes han hecho mucho dinero en base a ese discurso, cosa que no tiene nada de malo, siempre y cuando se muestre coherencia y un claro compromiso de servicio hacia el otro.
Pero no siempre vemos coherencia, porque los principios se ponen a prueba cuando se hallan en un entredicho con los intereses profesionales, políticos y económicos. Cuando ocurre ese enfrentamiento, que más que uno evita, es cuando vemos de qué están hechos los principios de hombres y mujeres que trabajan en pos de causas “sociales” o fines “nobles”.
En este sentido, gratifica ver actitudes como las del psicólogo Ernesto Reaño, que puso en evidencia las prácticas discriminatorias de un influyente colegio limeño contra niños con síndrome de Asperger. Reaño bien pudo callarse y seguir tranquilo en su vida profesional, construyendo un prestigio como psicólogo, es decir, pudo abocarse a la condena silenciosa, al señalamiento desde el escondite, haciendo suya la cobardía del bacán de las causas nobles. Así, pues cualquiera, hasta , y más en esta era líquida.
Quien escribe estas líneas no se hace problema alguno, en lugar de creer en el verbo tribunero, creo en la consecuencia de los principios.
En la otra margen, hallamos un caso para rabiar, sea por la acción cometida y el inmediato “silencio” que lo relativiza. 
Obvio: hay que combatir el maltrato a la mujer en este país, desde todos los frentes y sin filtrar las denuncias de acuerdo a la filiación política, ideológica y amical que se tenga con el maltratador. Lo digo en relación a Abraham Valencia, denunciado por sus exparejas por maltrato físico y psicológico. Valencia, asesor político de Nuevo Perú y de Veronika Mendoza, ve caer su carrera política a cuenta de un acto condenable que pretendió tapar con la postura de la superioridad moral del izquierdista. Y aunque las condenas zurdas a este sujeto han aparecido, estas exhiben tibieza ante el horror. La situación sería distinta, por supuesto, si el agresor fuera un fujimorista o un aprista, el enemigo político. 

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