poeta secreto
Ser poeta peruano es como una excentricidad
para todo aquel que se asume como tal, bueno, razón no falta a cuenta de la
tradición a la que pertenece. Al menos, esta es la idea con la que trato de
explicarme su comportamiento público, aunque es justo señalar que la moderación
de la payasada viene apoderándose en este sujeto, sin duda, a causa de la vergüenza
inmediata que suponen las redes sociales, espacios gaseosos en los que tienes
el derecho de ser lo que en la vida real jamás serás.
Por ello, no es menos gratificante el
reencuentro con poetas silenciosos, secretos, ajenos a la barbarie del
egocentrismo, conformes con lo que en materia literaria han logrado, que en el
caso que motiva el post, no es poco. Me refiero, ya por tercera o cuarta vez en
este espacio, a José Cerna y la maravilla poética llamada Ruda.
¿Acaso Cerna es el Salinger de la poesía
latinoamericana? Me pregunto cada vez que hablo con amigos sobre poesía peruana
contemporánea. Obviamente, y esto para los prejuiciosos que leen el blog sin
entender, lo de Salinger no tiene que ver con el carácter arisco, sino con el
retraimiento que ha signado la vida del poeta. Además, en mi etapa de librero
hablé con él y me pareció una muy buena persona.
José Cerna se dio a conocer en Estos 13, la histórica antología de José
Miguel Oviedo. En aquellos años, no pocos poetas de la antología setentera ya
tenían poemario publicado o estaban a nada de entregar uno a las imprentas, sin
embargo, Cerna ingresó tarde al terreno de los editados.
Recién lo hizo en 2001. Aquella Ruda vino por cuenta del peculiar sello
Lluvia Editores y su difusión no fue la que se esperaba, pero bastó para forjar
eco en algunos lectores, lectores que hicieron de este Poema sobre la calle y
sus humores uno de culto. Además, la publicación era ajena al formato clásico
de libro, esta tenía las hojas sueltas dentro de una suerte de folder manila.
En 2012, el sello Sol Mayor vuelve a
publicar Ruda, en la que considero
una edición pulcrísima y definitiva. 25 hojas, también sueltas, en folder verde.
No sé si aún pueda encontrarse en librerías locales, pero bien vale el esfuerzo
que demanda su búsqueda.
Cuando hablamos de poesía, el poeta debe
saber cuándo callar. La poesía no debe ser una carrera de hienas. El poeta debe
publicar para callar. Creo que eso es lo hizo Cerna, le bastó Ruda. ¿Para qué más?
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