una mochila pesada
En la madrugada, al llegar a casa luego
de algunas horas escuchando música en Koca Kinto, el sueño hacía acto de
presencia, entonces releí algunas páginas al vuelo de un par de libros, Libro del desasosiego y Dietario voluble, tan necesarios para mí
cuando el ánimo está al borde, así es, al tope por la pasión futbolera. Bien lo
sabe el lector del blog, es muy difícil reprimir una pasión, puedes estar
concentrado en otras cosas, pero hasta el más mínimo elemento relacionado con
esa pasión tiene el suficiente poder de extraerte de tu órbita. Ese es el poder
canábico del fútbol, a veces perjudicial, que me lleva a desear la
desfutbolización anímica que muestran algunas amistades privilegiadas.
No poco se dice del trascendental
encuentro del miércoles ante Nueva Zelanda. Como muchos, soy de la idea de que
la selección pudo ganar en el partido de ida en Wellington, pero también sé que
el equipo no viene jugando en su mejor forma desde su histórico triunfo ante
Ecuador en Quito. La consternación se afianza todavía más cuando los jugadores
emblemáticos vienen exponiendo un alto nivel de juego en sus respectivos
clubes. Entonces, ¿qué está pasando?, ¿por qué no aseguramos en Lima la clasificación
ante Colombia?, ¿qué pasó con una selección oceánica a todas luces inferior a la
nuestra? Preguntas que flotan en la zona de miedo del futbolero promedio, en
esa esquina de nuestras mayores frustraciones deportivas.
Salvando las evidentes distancias, a la
selección peruana de fútbol le ocurre lo que a Brasil en los últimos Juegos
Olímpicos de Río. Es decir, el peso de una carga emocional por conseguir un
objetivo, lastre que se repotencia a medida que se acerca a la recta final.
Esta mochila pesada la cargan todos los integrantes de nuestra selección, y
claro, el hincha no es ajeno a esa realidad, que también carga la suya propia.
No hay antídoto secreto para la
ansiedad. El problema no es el juego, sino la actitud: el destierro del miedo y
presionar el acelerador emocional que nos hará conseguir un objetivo anhelado
por millones de peruanos. No hay término medio, a la ansiedad deportiva se la destituye
con violencia anímica e inteligencia táctica, desahuevamiento total.
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