película ochentera
Como muchos –bueno, prefiero pensar que
así es–, espero que los días de este mes corran rápido. Para evitar las prisas,
me ensimismo más de lo habitual, sin embargo, llega el momento en que tienes
que salir para cumplir con las inevitables obligaciones, como comprar los
regalos.
No es nada complicado hallar lo que
busco, que se puede encontrar en cualquier centro comercial. Entonces,
aprovecho el lugar más cercano y me dirijo a la Rambla de San Borja. En el
trayecto, pienso en lo que haré más allá de las compras. Tomar un café es un
hecho, pero también se me antoja ver una película, algo para pasar el rato.
Lo suponía pero no lo imaginaba: el
centro comercial invadido de miles de personas. Mi carácter antisocial se
refuerza y la timidez es el mejor refugio ante la salvaje algarabía. Esta
situación obedece a la cercanía de la Noche Buena, pero tal y como relata más
de una amistad ligada a los negocios, esta concurrencia sucede a causa de la
tranquilidad que suscita la “estabilidad” política, ahora la gente está
dispuesta a gastar y agotar el crédito de sus tarjetas, cosa que no venía
ocurriendo en la última semana.
No demoro en darme cuenta de que mi
presencia es inútil. No lo pienso más, regresaré el sábado a primera hora y
haré las compras en quince minutos. Me dirijo a Cineplanet y su cartelera me
parece de lo más insultante. Busco un café, pero todos tienen las mesas
ocupadas. En uno de ellos, una pareja acaba de pedir la cuenta, entonces me
detengo, a prudente distancia para apoderarme de esa mesa que también es
deseada por una pareja pulpín.
Coloco sobre la mesa el último libro de
Iain Sinclair. Mando también algunos mensajes por wsp y un contacto me dice que
ha visto un hueco en Polvos Azules en donde se pueden encontrar películas comerciales
de los ochenta. Mi pata –uno de esos benditos enfermos en películas olvidables–
siempre está a la caza de ellas. Su vida emocional se justifica en las
películas de esos años. No dudo pues en preguntarle por una que no hallo en
muchos años, que vi a los ocho años, creo. Le pido el favor que pregunte por Death before dishonor de Terry Leonard,
protagonizada por Fred Dyer, actor que se hizo conocido por estos lares por El cazador, serie policial transmitida
por Canal 9. En la película de Leonard, Dyer interpreta a un sargento al mando
de un comando de élite que resguarda la embajada norteamericana en un país
árabe llamado Jamal. A este trabajo solo le interesa entretener y en ese fin
cumple, imponiéndose a muchas películas ochenteras que abordaban el conflicto
bélico y de espionaje de Medio Oriente, que en el contexto de su estreno gozaba
de un acicate: el éxito del primer Rambo.
Acción y patriotismo. No había que
pensar mucho para saber quiénes eran los buenos y los malos. Dyer y los suyos
tienen que cumplir varias misiones antes de volver a su país, como desmantelar
la cédula de una organización terrorista que flagela el "pacífico" país de Jamal,
como también rescatar a un secuestrado coronel gringo.
La memoria cinematográfica no solo está
compuesta de clásicos y títulos de culto, sino también de esas películas que te
aseguraban un buen rato y esta de Leonard sin duda lo es.
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