viernes, noviembre 17, 2023

Jaime Bayly: "Pasarán trescientos años antes de que los peruanos tengamos otro genio de la estatura de Vargas Llosa"

El escritor y conocido conductor de televisión agitó la FIL 2019 con Yo soy una señora (Alfaguara). Jaime Bayly conversó con CARETAS sobre el cuento como género, Vargas Llosa, Bolaño y lo que es ser mujer.

Yo soy una señora es tu primera incursión en el registro del cuento. Te conocemos más como novelista. ¿Qué diferencia has experimentado en este registro que tiene más de relojería, en donde cada elemento tiene una justificación?

Todos estos cuentos los he escrito en los últimos quince años y han sido publicados en diarios y revistas de América. Ninguno es inédito. La mitad de los relatos han sido escritos en voz femenina, primera persona; la otra mitad, en voz masculina, primera persona. En unos soy Jimena Barclays, casada con Silvio; en los otros soy Jimmy Barclays, casado con Silvia. En todos soy la hija o el hijo de Dorita, que es el gran personaje del libro, la gran señora, la madre pía, risueña, ricachona. Ha sido fascinante y divertido escribir desde el punto de vista de una mujer, una señora: he sido una señora alcohólica, una señora gorda sin culpa, una señora adicta al sexo, una señora que pinta y no consigue vender sus cuadros, una señora azafata de una aerolínea que sueña con jubilarse, una señora melancólica que echa de menos a sus hijas. He sido y soy todas esas señoras. No sabía que había tantas señoras en mí.

 —¿Has tenido algún referente?

 Cuando era joven, quedé deslumbrado por dos maestros del cuento: Borges y Cortázar. Borges era la escuela racional (tuve la suerte de entrevistarlo brevemente, dos años antes de que muriese); Cortázar era la escuela sentimental, oral, coloquial. Luego descubrí a Ribeyro y a Manuel Puig. Ribeyro era un cuentista prodigioso que combinaba sabiamente lo racional con lo sentimental. Puig, que escribió obras maestras, era un torrente, un volcán en erupción, las palabras le brotaban y se le derramaban como lava ardiente. Además, era un genio con los títulos.

 —Roberto Bolaño tiene cuentos muy buenos. Tú sí fuiste su amigo.

 Tuve la suerte de ser amigo de Bolaño. Creo que Bolaño fue el más grande escritor en lengua española después del boom. Se atrevió a ser un parricida, a matar a las vacas sagradas del boom, creó una escuela propia, ahora tan llena de epígonos y viudas, y escribió cuentos que ya son clásicos. Aunque dejó dos grandes novelas, creo que Bolaño era, en su mejor registro, no un maratonista, sino un corredor de distancias cortas.

 —¿Y qué es lo que recuerdas más de él?

 Lo que más recuerdo de Bolaño es que, cuando nos encontrábamos en Barcelona, salíamos a caminar y me llevaba de una chocolatería a otra, haciéndome probar los chocolates que más le gustaban. Aunque tenía el hígado destruido y le habían prohibido tomar alcohol y comer chocolates, pasábamos horas caminando y visitando chocolaterías. También recuerdo que leyó un discurso elogioso de Yo amo a mi mami en una sala repleta de lectores en Barcelona y me dijo que el gran personaje literario de aquella novela, y quizás de todas mis novelas, era mi madre. Me animaba mucho a pasar temporadas literarias en Cataluña, cerca de Blanes, donde vivía. Debí hacerle caso. Por último, recuerdo que en uno de nuestros últimos encuentros, me dijo: ten cuidado con los adjetivos, cuidado con la tentación de escribir como Chabuca Granda. Nos reímos. Creo que esa fue la última vez que lo vi.

 —Los cuentos no son ajenos a la marca de tu estilo: el humor y la ironía. Hay también mucha parodia.

Todos los cuentos de este libro están escritos en clave de humor. Cuando narra una señora, el humor es más descarado o impúdico. Esos son los cuentos que más me gustan: aquellos en los que soy una señora gorda, alcohólica, cincuentona, putona, derechista, pistolera. Cuando, en cambio, narra el señor Barclays, el humor es un desprendimiento casi natural de su idiotez, de su condición de tonto probado, sin remedio, que va por la vida haciendo el ridículo. En general, es un libro sin grandes pretensiones o poses literarias, que sólo aspira a que el lector se ría y pase un buen rato.

—Mario Vargas Llosa fue el homenajeado en la FIL. ¿Qué novela suya te gusta más?

Pasarán trescientos años antes de que los peruanos tengamos otro genio de la estatura de Vargas Llosa, trescientos años antes de que tengamos otro premio Nobel. Como no fui a un colegio militar (aunque mi padre me amenazaba con meterme al Leoncio Prado) y no me enamoré de una tía, la novela que más me marcó fue Conversación en la Catedral: yo también fui redactor imberbe de un periódico en el centro de Lima, también tuve una relación espantosa con mi padre, también viví en carne propia el sufrimiento de las pulsiones sexuales escondidas, prohibidas. Esa novela me marcó a fuego y me iluminó una senda creativa: comprendí que el gran tema literario de mi vida era la guerra sin cuartel con mi padre y mi afición erótica por los hombres.

—Un detalle de tu obra es la libertad, tanto en tus personajes hombres y mujeres, estos hacen o intentan hacer lo que quieren. Hoy en día somos testigos de abusos y maltratos a la mujer.

Alguna vez dije que, si no hubiese sido escritor, me habría gustado ser escritora. Por eso he escrito este libro. Porque es una manera de atreverme a ser mujer, a sentirme mujer, a contar la vida desde la mirada de una mujer. No ha sido fácil, desde luego. No sé si lo he hecho bien. Pero tenía que hacerlo. Estos días he estado en Seattle con la familia: nunca había visto a tantos hombres vestidos de mujeres, paseando tan contentos o contentas por las calles, fumando abierta y legalmente marihuana: una maravilla. Yo nunca me he atrevido a vestirme de mujer, pero en este libro me visto de mujer con las palabras, con el humor, con la coquetería y la impudicia.

 

Publicado en CARETAS. (Entrevista publicada en la edición impresa 01/08/2019).


Etiquetas:

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal