"sueños bárbaros"
Hay una sentencia
que ya no la escucho como antes. No sé a qué se deba esa extraña desaparición,
a lo mejor muchos se han arrimado a las mentiras del volátil presente debido a
la pandemia. Lo cierto es que la frase “solo el tiempo pone las cosas en su
lugar”, aparte de la certeza que proyecta, puede ser un peligroso consuelo para
quienes no alcanzan el reconocimiento, ya sea en la vida y en la literatura.
En cuanto a lo
segundo, una breve mirada a la producción narrativa de los últimos años nos
arroja una realidad por demás agobiante: cada año se publican libros que son de
la putamadre. En esta ocasión no voy a desgranar esta observación, puesto que
me interesa recomendar una novela que no ha envejecido nada desde que salió
publicada en 2010 y que la relectura que hice de ella hace un par de semanas la
confirma vigente y, felizmente, por muchísimo tiempo más.
Me refiero a Sueños bárbaros (Planeta, 2020) de
Rodrigo Núñez Carvallo. Los que tienen buena memoria, recodarán que al salir
publicada por primera vez, los saludos críticos estuvieron a la orden del día.
Del mismo modo los comentarios de los lectores, que hicieron correr el rumor de
las virtudes narrativas de la novela y la historia representada, que podría ser
una dura y festiva metáfora de una generación (80/90) que le tocó vivir una
etapa de crisis signada por la violencia y la hiperinflación. Lo que RNC nos
presenta es la lucha de un sueño imposible en Perú en aquellos años de horror:
hacer cine. Para ello, se centra en un personaje que existió, llamado Rafael
Delucchi, un inquieto joven hiperactivo que anhela hacer una película.
La realización de
la película de Delucchi es el escenario emocional de la novela, pero su sabor
yace en la interacción de los personajes. Si la novela de RNC es lo que
conocemos, se debe principalmente a esa interacción mediante la cual el lector
asiste a una fiesta de circunstancias y azares que tienen a la política y el
sexo como canales conductores. Hay que decirlo: en una página de sexo de Sueños bárbaros hay más sexo que en casi
toda la narrativa peruana última del presente siglo. RNC no ha descubierto
ningún secreto: las novelas son historias y las historias dependen de sus
personajes.
Tampoco dejo en el
aire un factor que refuerza mi teoría (personal): la vitalidad que exhiben nuestros
narradores mayores se agradece, y espero que los narradores más jóvenes se
percaten de que ser soporífero, correctito, asexuado,
poserazo y otras maravillas de la ramplonería egocéntrica no es epifanía
literaria. La imbecilofilia no es el camino.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal