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En la mañana, mientras terminaba de leer
una novela, recibo la llamada de un pata. Este pata es un buen pata, cada vez
que intercambiamos opiniones, por lo general bajo el ánimo del discurso
encontrado, suele mostrarse muy apasionado e irracional.
Así es como debería asumirse la vida,
sin el peso de la razón, sin analizar las cosas hasta la raíz cuadrada.
Me sirvo un vaso de chicha, el vaso de
chicha más helado de toda mi vida, mínimo, con este calor de mierda. Escucho lo
que me dice, pero no le presto atención, porque me encuentro confeccionando una
entrevista. Pero entre lo que escucho, percibo su ánimo, ya que él quiere que
hagamos guardia en el local partidario de Verónika Mendoza, que fue atacado
hace unos días por la bufalada aprista. No hay duda, este compadre está pasado
de tragos, pero no niego que de vez en cuando me gusta escuchar esta clase de
estupideces, que tienen un aliento aventurero, pero ese aliento estaba bien un
tiempo atrás, no ahora, en este tiempo en el que me muevo más por convicciones
que por otros intereses, sean políticos, pecuniarios y hormonales.
Las cosas cambian cuando él dice que
manejo un doble discurso, recién entonces reparo en lo que dice, porque tampoco
pienso callarlo y cortarle la llamada. ¿A qué viene el doble discurso? Está huevón.
Pero no, quizá ese doble discurso obedezca a que mi grado de compromiso solo se
suscriba al acto verbal, que no paso a la acción, que solo me quedo en buenas
intenciones valiéndome de la revolución de las redes sociales. Claro, cómo no
ir al local de FA, cómo no hacer nada por una candidata que ha criticado y
marcado distancia de la dictadura venezolana, puesto que ha sido la primera en
abogar por los presos políticos que ha encerrado el loco de Maduro, que jamás
firmó el permiso de extracción de la cagada que hizo Petroperú en la selva
amazónica.
Sí, este pata tiene razón. Tengo un
doble discurso y no me quedaré en meras palabras.
Dejo de hacer mis cosas, que no son
prioridad. Me alisto y chapo el primer taxi que me lleve a la Plaza Bolognesi.
Estoy preparado para romper cabezas apristas.
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