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Me levanto con algo de tardanza. Lo bueno es que me despierto sin pesadez. Me sirvo una taza de café, me ducho y salgo al BCP más cercano. Ayer quise sacar dinero de un agente y me dijeron que mi tarjeta había expirado. Lo que más odio son los trámites que hay que hacer en los bancos, pero se trata de la plata y todos los sacrificios son más que justificados.

Llego al banco creyendo que sería uno de los primeros en ser atendidos. Prácticamente he madrugado, pero no ha sido suficiente porque antes de que me llamen se debe atender a tres mujeres embarazadas y solo hay una señorita en las mesas de atención. Los demás trabajadores, por lo que se ve, están en una reunión con el que supongo es el mandamás de esta sede del banco, entonces esa señorita de la mesa de atención es la única que atenderá a los que van a realizar trámites. Por otro lado, la gente en las filas de la ventanilla, avanzan y avanzan, sin traba alguna.

A los dos minutos de llegar, me di cuenta de que iba a pasar más tiempo del que pensaba. Voy preparado para estos casos, apago el celular y saco la novela de Sara Mesa que he empezado a leer, Cicatriz. Me han hablado muy bien de esta narradora española y espero poder avanzar al menos treinta páginas en lo que se supone estaré esperando. Los minutos pasan y la primera mujer embarazada no da señales de terminar sus gestiones. Por la ventana, veo que el sol ha salido con furia y me imagino el regreso a casa. 

Barajo por unos instantes hacer esta gestión el día de mañana, o en todo caso más tarde, después de la cuatro, cuando haya bajado el sol. Esta posibilidad se refuerza cuando la señorita de la atención nos anuncia que hay problemas en los sistemas y que lo más probable es que la sede del banco decida lo de ayer: no hacer trámites. Por la puta, me digo. De ser esa una realidad, no tendré dinero el fin de semana. No tengo otra salida que quedarme y a este paso creo que acabaré la novela de Mesa en el BCP.