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Pienso en esta pregunta: ¿por qué en los
cines del norte, centro y sur de Lima las películas se proyectan dobladas y por
qué no en los cines de ese triángulo conformado por Miraflores, Surco y San
Miguel?
Bueno, se deduce que me gusta mucho el
cine, y en el caso de las películas extranjeras, sin importar su estatus
categórico, me interesa verlas subtituladas. No es posería, ni eclecticismo,
como podría pensar algún despistado, sino una preferencia/modo en que he sido
educado y formado al ver películas. A partir de esta gracia del
doblaje/subtitulado bien podríamos forjar una cartografía interior de lo que
viene pasando en el país y que muy poca gente toma en cuenta, aunque más de una
especulación habrá al respecto, especulación que podría partir de cualquier
tema, no necesariamente de lo que acabo de señalar en cuanto al cine. Lo
pensaré y veré qué hago en los próximos días.
Ayer estuve por San Miguel, distrito en
el que siempre me he sentido perdido, desde niño prácticamente, quizá a la
anchura de sus calles y la extensión de sus parques, lo que me lleva a
preguntarme si en este distrito hay o no parques medianos o pequeños. En unas
horas vería Jason Bourne en Cinemark,
pero mi idea inicial era ver esta película en algún cine del centro, cosa que
aprovechaba en buscar libros o música, hasta la misma hora de la proyección, y
así quería que fuera, pero lo que supe ese mismo martes fue que en todas las
salas de los multicines del centro las películas en idioma extranjero (o sea,
inglés) no iban subtituladas, sino dobladas. Entonces, fui hacia el sur, como
quien cambia el circuito de costumbre.
Como no había donde buscar libros,
decidí hacer hora por allí. En ese fugaz trayecto me encuentro de casualidad con
ND, mi impetuosa y salvaje amiga fotógrafa.
Con ella no hay huevadas, ni vainas con
respecto al nivel del periodismo peruano y para reforzar nuestras impresiones,
nos fuimos por un café, a uno de esos locales imperialistas en donde también se
puede picar los periódicos del día. ND, para reforzar lo que me decía, me
mostraba la frivolidad argumentativa, la visión plástica, de nuestros
maravillosos nuevos periodistas. No hay que pensarlo mucho, algo está
ocurriendo en el periodismo peruano, y no hay que hurgar más de lo que
supondría, como tampoco negar la evidencia: hay pues buenas plumas, gente
comprometida con la verdad de una vocación como el periodismo, que han
aprendido lo que han tenido que aprender, pero que no han llevado el curso que
en algunas maestrías extranjeras de escritura creativa se imparte: relaciones
públicas.
Escuchaba las palabras de mi buena y
aguerrida amiga, tenía razón en todo lo que decía, y no escribo de ella por
tratarse de mi amiga, sino porque la he visto en la práctica, he sido testigo
de su coherencia con un oficio cada vez más emputecido, que informa y se
indigna de acuerdo a los intereses de los patrocinadores. ND no es la única,
felizmente hay mucha más gente como ella, que conozco directa e indirectamente.
Los minutos avanzan y ya era hora de ir
a ver la película y le pregunto a ND si me puede acompañar. La idea le parece y
no niego que me siento un poco raro, porque después de varios años que entré a
una sala de cine. Consumo mucho cine, sí, pero en casa. Lo único que esperaba
de ayer: no experimentar la situación que me alejó de los cines, discutir y
masacrar a un inevitable huevón que en plena película hablaba por nextel.
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