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Cuando la estupidez se apodera de la
llamada reserva moral del país, me doy cuenta de que este país es una total
falsedad. Anoche, cuando salía de la BNP, caminando lentamente a Aviación,
diviso a tres escritores peruanos, de los más furiosos e indignados de Facebook,
de esos que han hecho de las salas de la BNP el espacio de consagración
intelectual en medio de un país de bestias, ajá, país de bestias a los que
ellos van a civilizar. Cómo no.
Los vi, y como no les hablo, ni me
interesa hacerlo, dejé que siguieran su rumbo, y para asegurarme de no toparme
con ellos, cruzo a la vereda del frente, cosa que ahora sí caminaba a mi ritmo.
Además, quería llegar cuanto antes a casa para ver el partido de Alianza con
Melgar. Los veo ahora desde mi otra posición, y pienso que bien pude pasar por
su lado sin necesidad de tener que saludarlos, puesto que los tres estaban
concentrados en las pantallas de sus móviles.
No me hago problemas, si me vuelvo a
cruzar con ellos, o con quien sea que merezca mi desdén, me cercioro bien antes
de ejecutar mi plan B de evasión. Ajá, más de uno me debe pensar que estoy mal
por mi actitud antisocial, pero al menos no me vengo con remilgos, lo que más
detesto es tener que saludar a medio mundo, mostrarme pata cuando en verdad me
provoca darle tacles a más de un energúmeno, a los que suelo ver en contra de
mi voluntad en las salas de investigación de la BNP. Por eso, hago uso de un
plan B.
A metros de llegar a la intersección de
Aviación y Javier Prado, los tres chiflados comenzaron a hacer movimientos
extraños, siempre sosteniendo sus celulares, y la gente que pasaba cerca de
ellos, también comenzó a prestarles atención. Era imposible no prestarles
atención, de la nada, saltaban y se arqueaban. A lo mejor estuvieron
investigando sobre teatro y danza, pensé, y discutiendo al respecto decidieron realizar
una suerte de performance callejero, o un happening conceptual que llame a la
reflexión a los transeúntes, que pasaban de largo de ellos sin dedicarles risas.
Entonces, me percaté de que esos tres no eran los únicos de movimientos
extraños, como si estuvieran de cacería, porque se formaron islotes humanos que
hacían lo mismo, y con una mayor predisposición al histrionismo. Por un momento
me vino a la memoria algunas escenas de la película The Happening de M. Night Shyamalan.
Claro, en la película una fuerza
sobrenatural se apoderaba de las personas. Era una pues una película. Pero lo
de ayer era la vida real, una metáfora chusca del triunfo de la estupidez que
no conoce barreras ni reparos. Hay que tener cuidado: los pokemones han llegado
para quedarse.
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