jueves, agosto 04, 2016

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Cuando la estupidez se apodera de la llamada reserva moral del país, me doy cuenta de que este país es una total falsedad. Anoche, cuando salía de la BNP, caminando lentamente a Aviación, diviso a tres escritores peruanos, de los más furiosos e indignados de Facebook, de esos que han hecho de las salas de la BNP el espacio de consagración intelectual en medio de un país de bestias, ajá, país de bestias a los que ellos van a civilizar. Cómo no.
Los vi, y como no les hablo, ni me interesa hacerlo, dejé que siguieran su rumbo, y para asegurarme de no toparme con ellos, cruzo a la vereda del frente, cosa que ahora sí caminaba a mi ritmo. Además, quería llegar cuanto antes a casa para ver el partido de Alianza con Melgar. Los veo ahora desde mi otra posición, y pienso que bien pude pasar por su lado sin necesidad de tener que saludarlos, puesto que los tres estaban concentrados en las pantallas de sus móviles.
No me hago problemas, si me vuelvo a cruzar con ellos, o con quien sea que merezca mi desdén, me cercioro bien antes de ejecutar mi plan B de evasión. Ajá, más de uno me debe pensar que estoy mal por mi actitud antisocial, pero al menos no me vengo con remilgos, lo que más detesto es tener que saludar a medio mundo, mostrarme pata cuando en verdad me provoca darle tacles a más de un energúmeno, a los que suelo ver en contra de mi voluntad en las salas de investigación de la BNP. Por eso, hago uso de un plan B.
A metros de llegar a la intersección de Aviación y Javier Prado, los tres chiflados comenzaron a hacer movimientos extraños, siempre sosteniendo sus celulares, y la gente que pasaba cerca de ellos, también comenzó a prestarles atención. Era imposible no prestarles atención, de la nada, saltaban y se arqueaban. A lo mejor estuvieron investigando sobre teatro y danza, pensé, y discutiendo al respecto decidieron realizar una suerte de performance callejero, o un happening conceptual que llame a la reflexión a los transeúntes, que pasaban de largo de ellos sin dedicarles risas. Entonces, me percaté de que esos tres no eran los únicos de movimientos extraños, como si estuvieran de cacería, porque se formaron islotes humanos que hacían lo mismo, y con una mayor predisposición al histrionismo. Por un momento me vino a la memoria algunas escenas de la película The Happening de M. Night Shyamalan. 
Claro, en la película una fuerza sobrenatural se apoderaba de las personas. Era una pues una película. Pero lo de ayer era la vida real, una metáfora chusca del triunfo de la estupidez que no conoce barreras ni reparos. Hay que tener cuidado: los pokemones han llegado para quedarse.

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