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Nueve de la mañana y decido salir a
correr.
Pero antes estuve releyendo algunos
pasajes del libro de Barnechea, Perú,
país de metal y melancolía.
Y también escuchando en atosigante y
placentero repeat el “Glory” de
Television, cosa que libro mi mente hacia instancias de sensación canábica
luego de horas dedicadas a romperme la cabeza.
Cuando decido darme tres vueltas al
parque, desisto de la intención a razón de la lluvia. Si corro, lo más probable
es que me saque la mierda y le hago caso a mi instinto. Entonces, regreso a la
casa y me dispongo a ordenar algunas carpetas virtuales. Se supone que los días
adrenalínicos han pasado, pero no, lo que hay es una tregua con los mismos, y
disfruto de esa tregua.
Ahora, más despejado, me pongo al día
con algunas cuestiones a las que no he prestado la atención que merecían. De
todas ellas, un par para subrayar, pero desarrollaré una aparte, en un post no
numerado, por tratarse de un tema delicado, el cual abordé el año pasado en un
artículo que fue muy polémico y por el que más de un huevonazo pidió que me
denuncien por difamación y calumnia. Ajá, hablo de los chanchullos editoriales
que se viene haciendo veladamente con la plata de los cusqueños… Lo que dije
está sucediendo…
Me sirvo la primera taza de café del día
mientras observo la reacción que por estos lares ha suscitado la reseña de
Lorena Amaro sobre La distancia que nos
separa de Cisneros.
Así es, dije reacción. De la reseña no
tengo mucho que decir porque está bien sustentada. En más de tramo estoy de
acuerdo con Amaro, en especial cuando se refiere a un determinado tipo de
autoficción. Y en otros tramos no, obviamente.
Pues bien, si la reseña hubiera sido
positiva, no se estaría hablando de la misma. Y no me sorprende que no pocos que
la han rebotado sean escritores que la usan para reforzar el discurso contra el
amiguismo que, para ellos, signa a la crítica local, cuando lo cierto es que
esta suerte de indignados no son ajenos de esta práctica que con ahínco
señalan.
Claro que existe amiguismo en la crítica
local, pero hay que tener la suficiente fuerza testicular para nombrar a los
hacedores de ese amiguismo (un ejemplo de lucha contra el amiguismo, y sin
falsa modestia, este pechito, que lo ha hecho más de una vez). Es que allí
radica la gracia, nombrar, no jugar a lo fácil. A lo fácil juega cualquiera.
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