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Me desperté con una sensación de
cansancio, quizá fruto de un sueño extraño en que me veía escalando un tepuye.
Fui a la cocina por una taza de café y
leí la nota que me dejaron mis padres, que salieron temprano a visitar a una
tía de mi madre. Eso quiere decir que voy a tener que salir a almorzar, pero no
tengo ganas de salir, con mayor razón ahora que debo cerrar más de un texto
durante el fin de semana, del mismo modo terminar las lecturas de algunas
novelas. Para ello me he abastecido con lo necesario, con cigarros, selección
de música, películas y algunas cervezas en lata.
Cerca del mediodía recibo el mail de un
amigo, que me pregunta si voy a escribir de lo que viene ocurriendo en el
Ministerio de Cultura de Cusco, tal y como lo anuncié días pasados en un post.
Le dije que no he escrito nada al respecto por haber estado inmerso en otras
cosas, documentándome en especial para un ensayo que llevo escribiendo desde
hace ya varios meses, ensayo que cada vez se extiende más de la cuenta y que no
sé si acabaré, pero cuyo placer en escribirlo es la mejor de sus
justificaciones. Pero no me he olvidado de lo que anuncié hace unos días,
puesto lo que ocurre en el Ministerio del Cusco y sus nada claras relaciones
con algunas editoriales es un tema que para mí es evidente, pero al momento que
otros escriben sobre ello, y no sé a cuenta de qué, y bajo qué limitaciones, lo
hacen de la peor manera, presentando ese tema delicado con una ligereza en la
entra en juego un afán de destrucción y revanchismo gratuito, que para ese tipo
de textos, deben quedar reprimidos.
Cuando me quede algo de tiempo,
escribiré al respecto.
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