lunes, septiembre 19, 2016

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Un fin de semana marcado por intensas lecturas y una que otra maratón en Neftlix. Hacía estas cosas en intervalos, a la par que ordenaba mi escritorio, invadido por papeles y sobres manila. No me había percatado que dejé a medias el reordenamiento de mis archivos personales (hojas y carpetas) y que había pedido que dejen sobre el escritorio los sobres con libros que me envían a casa editoriales peruanas y extranjeras, y autores locales. Lo que pensé que sería resuelto en media hora, se convirtió en una tortura que en más de una ocasión me hizo barajar la idea de agarrar una bolsa negra gigante y poner todo dentro de ella y dejarla lista para cuando pase el camión de la basura.
Pero más calmado, luego de ver el primer episodio de Hinterland, agradecido por su hora y media de duración y cuestionado por el tiempo que anduve por la vida sin saber de su existencia, me puse, ahora sí y en verdad en serio, a ordenar el escritorio. Entonces, la jornada fluyó, se abrió como si nada en ese buen domingo de sol que fue ayer, un domingo de sol que doró la buena vista que tengo del parque ubicado a la espalda de mi casa y que me basta y me sobra para llegar al equilibrio. A medida que ordenaba, descubría algunas cosas, a saber, una novelita de Roger Santiváñez, que el poeta me entregó la noche que lo invité a “Encuentros en El Virrey de Lima”, novelita que la terminé en cuestión de horas en la madrugada y de la que escribiré en el siguiente post del blog, del mismo modo encontré la edición de Luces del pasado martes 13, en el que leí un artículo de José Tsang sobre las participaciones que tuvo en el cine el recordado Ricky Tosso. 
Ese artículo me reveló algunos datos. Uno, que sentí un asombro inusual cuando se menciona la película Muero por Muriel de Augusto Cabada, en la que actuó Tosso como un policía corrupto, “El oso”. Recuerdo que vi esa película en un cine de San Borja. Tal y como se indica en el artículo, se trata de una película con un pésimo acabado visual, del que el director y su equipo no fueron responsables, pero cuya historia resultó más que llamativa, con actuaciones sobresalientes, pienso en la de Andrea Montenegro y, obvio, en la de Tosso, que se lleva y carga toda la red de mentiras y traiciones que conducen la trama. Muero por Muriel mereció mejor suerte y me atrevería a asegurar que es una de las mejores películas peruanas en lo que transcurre del nuevo siglo. Por otra parte, en el artículo también se menciona al autor de la novela Muerte en la calle de los Inocentes, en la que se basa la película. No sabía que Lalo Mercado había fallecido y ese solo hecho, ese dato flotante, me obligó a buscar mi ejemplar de la novela, que al cabo de tres cuartos de hora di por ausente de mi biblioteca, lo que me hizo pensar en las personas a las que posiblemente les haya prestado, personas que no veo en años y a quienes sé cómo ubicar. Ahora el problema es hilar fino, que no sientan que solo las llamo para que me devuelvan el libro.

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