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Un fin de semana marcado por intensas
lecturas y una que otra maratón en Neftlix. Hacía estas cosas en intervalos, a
la par que ordenaba mi escritorio, invadido por papeles y sobres manila. No me
había percatado que dejé a medias el reordenamiento de mis archivos personales
(hojas y carpetas) y que había pedido que dejen sobre el escritorio los sobres
con libros que me envían a casa editoriales peruanas y extranjeras, y autores
locales. Lo que pensé que sería resuelto en media hora, se convirtió en una
tortura que en más de una ocasión me hizo barajar la idea de agarrar una bolsa
negra gigante y poner todo dentro de ella y dejarla lista para cuando pase el
camión de la basura.
Pero más calmado, luego de ver el primer
episodio de Hinterland, agradecido
por su hora y media de duración y cuestionado por el tiempo que anduve por la
vida sin saber de su existencia, me puse, ahora sí y en verdad en serio, a
ordenar el escritorio. Entonces, la jornada fluyó, se abrió como si nada en ese
buen domingo de sol que fue ayer, un domingo de sol que doró la buena vista que
tengo del parque ubicado a la espalda de mi casa y que me basta y me sobra para
llegar al equilibrio. A medida que ordenaba, descubría algunas cosas, a saber,
una novelita de Roger Santiváñez, que el poeta me entregó la noche que lo
invité a “Encuentros en El Virrey de Lima”, novelita que la terminé en cuestión
de horas en la madrugada y de la que escribiré en el siguiente post del blog,
del mismo modo encontré la edición de Luces del pasado martes 13, en el que leí
un artículo de José Tsang sobre las participaciones que tuvo en el cine el
recordado Ricky Tosso.
Ese artículo me reveló algunos datos. Uno,
que sentí un asombro inusual cuando se menciona la película Muero por Muriel de Augusto Cabada, en
la que actuó Tosso como un policía corrupto, “El oso”. Recuerdo que vi esa
película en un cine de San Borja. Tal y como se indica en el artículo, se trata
de una película con un pésimo acabado visual, del que el director y su equipo no
fueron responsables, pero cuya historia resultó más que llamativa, con
actuaciones sobresalientes, pienso en la de Andrea Montenegro y, obvio, en la
de Tosso, que se lleva y carga toda la red de mentiras y traiciones que conducen
la trama. Muero por Muriel mereció
mejor suerte y me atrevería a asegurar que es una de las mejores películas
peruanas en lo que transcurre del nuevo siglo. Por otra parte, en el artículo
también se menciona al autor de la novela Muerte
en la calle de los Inocentes, en la que se basa la película. No sabía que
Lalo Mercado había fallecido y ese solo hecho, ese dato flotante, me obligó a
buscar mi ejemplar de la novela, que al cabo de tres cuartos de hora di por
ausente de mi biblioteca, lo que me hizo pensar en las personas a las que
posiblemente les haya prestado, personas que no veo en años y a quienes sé cómo
ubicar. Ahora el problema es hilar fino, que no sientan que solo las llamo para
que me devuelvan el libro.
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