alma chiquita
Las redes sociales andan de fiesta. No
falta motivo: se puso al descubierto el verdadero rostro de la conciencia moral
de este maravilloso terruño letrado. El narrador y crítico literario Gustavo
Faverón ha caído como una rata a razón de una serie de pantallazos a cuenta de más
de una mujer que, en tales pruebas, ha sido víctima de acoso por parte del
susodicho.
“Gabriel, ¿te unes a esta fiesta?”
Bueno, esta es la impresión, o la
lectura, que tengo de todo este bacanal del que vengo siendo testigo desde la
noche del miércoles. He pasado las últimas horas, contra mi voluntad,
observando el accionar de más de un conocido sobre este asunto. No hay que
pensarlo mucho: no pocos esperaron una situación como esta para que el apanado
a Faverón sea brutal, apanado que, bajo todo punto vista, quedará como un hecho
histórico, como una muestra del triunfo de la pendejada y la bajeza de nuestra
llamada clase letrada, que no titubea en portarse como lo que más crítica.
Y en este apanado disfrazado de
ajusticiamiento moral he visto a varios conchudos, que como buenos hablan de acoso
cuando estos han traumado a generaciones de mujeres, a saber, en los centros de
estudios en los que enseñaron; también la tierna participación de supuestos críticos
literarios, formados en el lustrabotismo estratégico y delatados por su evidente
falta de lecturas, suerte de títeres sin gracia, mascotas adiestradas a punta
de favores, que cumplen al pie de la letra el implícito mandato de transmitir al
pueblo lo que sus patrones jamás dirán públicamente.
Con lo dicho, no digo que Faverón sea
una víctima. No me limito a los pantallazos de las afectadas (esto no gustará a
mucha gente y las disculpas adelantadas del caso: algunos de esos pantallazos
me generan sospechas sobre su veracidad a razón de su estolidez), sino a lo que
venía escuchando sobre los acosos desde hace ya buen tiempo.
Y a razón de esos acosos, sumado a su
actitud matonesca y abusiva en Facebook (actitud que borraba con el codo lo
bueno e interesante que proponía en la variedad de temas que abordaba), decidí
separar a Faverón: así estuviera de acuerdo o no con sus opiniones. En su
faceta como crítico literario hacía gala de más de un recurso, producto de su
cualidad de gran lector, y en su otra faceta, la narrativa, es pues un buen
narrador. Al respecto, sé a lo que me expongo con esta apreciación valorativa,
pero yo tengo las cosas muy claras: una cosa es la obra y otra muy, pero muy
distinta, es la persona. En la experiencia de la lectura no le entro en vainas,
señores.
Como tampoco le entro en vainas a lo que
para mí es evidente: Gustavo Faverón es un acosador de mujeres. Si en caso haya
una denuncia formal al respecto, esta confirmará lo obvio.
Además, su texto de despedida de
Facebook apesta a egolatría de la más rancia. En lo personal, luego de la andanada
de pantallazos, creí que ofrecería un descargo digno (una autocrítica (pidiendo
disculpas a sus lectores) y un señalamiento de lo que sería una orquestada en algunas
“pruebas” de acoso), pero no, Faverón apela a la victimización, escudado en un
ego que ha sido alimentado por una legión de seguidores que lo endiosó como la
conciencia moral e intelectual de este país, o sea, en atalaya de la ética, como el “bravo”
de los desfavorecidos… Pero ahora eso terminó, y termina por culpa de su egolataría,
porque en adelante será recordado como “Pajero”, “Acosador”, “Mr.
Mojito”, “Dr. Pajas”, “El mounstruo de Maine”…
Y como en su momento también dije sobre
un conocido escritor local: Gustavo Faverón tiene el alma chiquita.
Ese es el problema central de este
cambalache: el alma chiquita de nuestros intelectuales y escritores locales,
que necesitan con urgencia una profilaxis en el alma. No solo pienso en
Faverón, sino también en no pocos que lo vienen criticando en estas últimas
horas, cuando la única diferencia entre ellos y él, es que esta suerte de ex
Facebook Star fue acorralado por el brote de sus propias miserias humanas.
Claro, esta urgencia de profilaxis en el
alma no te convertirá en “Miss Simpatía”, no hará que le sonreías a todos. No.
Esa no es la idea. La profilaxis en el alma te ayudará a no ser tan mierdita,
esta profilaxis en el complejo mundo de las emociones te hará valorar factores
en su genuina magnitud, por ejemplo: la lectura y el saber intelectual, como
los canales del espíritu crítico que tanto necesitamos en esta sociedad cada
vez más lumpenizada por los sentimientos menores.
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