viernes, septiembre 16, 2016

alma chiquita

Las redes sociales andan de fiesta. No falta motivo: se puso al descubierto el verdadero rostro de la conciencia moral de este maravilloso terruño letrado. El narrador y crítico literario Gustavo Faverón ha caído como una rata a razón de una serie de pantallazos a cuenta de más de una mujer que, en tales pruebas, ha sido víctima de acoso por parte del susodicho.
“Gabriel, ¿te unes a esta fiesta?”
Bueno, esta es la impresión, o la lectura, que tengo de todo este bacanal del que vengo siendo testigo desde la noche del miércoles. He pasado las últimas horas, contra mi voluntad, observando el accionar de más de un conocido sobre este asunto. No hay que pensarlo mucho: no pocos esperaron una situación como esta para que el apanado a Faverón sea brutal, apanado que, bajo todo punto vista, quedará como un hecho histórico, como una muestra del triunfo de la pendejada y la bajeza de nuestra llamada clase letrada, que no titubea en portarse como lo que más crítica.
Y en este apanado disfrazado de ajusticiamiento moral he visto a varios conchudos, que como buenos hablan de acoso cuando estos han traumado a generaciones de mujeres, a saber, en los centros de estudios en los que enseñaron; también la tierna participación de supuestos críticos literarios, formados en el lustrabotismo estratégico y delatados por su evidente falta de lecturas, suerte de títeres sin gracia, mascotas adiestradas a punta de favores, que cumplen al pie de la letra el implícito mandato de transmitir al pueblo lo que sus patrones jamás dirán públicamente.
Con lo dicho, no digo que Faverón sea una víctima. No me limito a los pantallazos de las afectadas (esto no gustará a mucha gente y las disculpas adelantadas del caso: algunos de esos pantallazos me generan sospechas sobre su veracidad a razón de su estolidez), sino a lo que venía escuchando sobre los acosos desde hace ya buen tiempo.
Y a razón de esos acosos, sumado a su actitud matonesca y abusiva en Facebook (actitud que borraba con el codo lo bueno e interesante que proponía en la variedad de temas que abordaba), decidí separar a Faverón: así estuviera de acuerdo o no con sus opiniones. En su faceta como crítico literario hacía gala de más de un recurso, producto de su cualidad de gran lector, y en su otra faceta, la narrativa, es pues un buen narrador. Al respecto, sé a lo que me expongo con esta apreciación valorativa, pero yo tengo las cosas muy claras: una cosa es la obra y otra muy, pero muy distinta, es la persona. En la experiencia de la lectura no le entro en vainas, señores.
Como tampoco le entro en vainas a lo que para mí es evidente: Gustavo Faverón es un acosador de mujeres. Si en caso haya una denuncia formal al respecto, esta confirmará lo obvio.
Además, su texto de despedida de Facebook apesta a egolatría de la más rancia. En lo personal, luego de la andanada de pantallazos, creí que ofrecería un descargo digno (una autocrítica (pidiendo disculpas a sus lectores) y un señalamiento de lo que sería una orquestada en algunas “pruebas” de acoso), pero no, Faverón apela a la victimización, escudado en un ego que ha sido alimentado por una legión de seguidores que lo endiosó como la conciencia moral e intelectual de este país, o sea, en atalaya de la ética, como el “bravo” de los desfavorecidos… Pero ahora eso terminó, y termina por culpa de su egolataría, porque en adelante será recordado como “Pajero”, “Acosador”, “Mr. Mojito”, “Dr. Pajas”, “El mounstruo de Maine”…
Y como en su momento también dije sobre un conocido escritor local: Gustavo Faverón tiene el alma chiquita.
Ese es el problema central de este cambalache: el alma chiquita de nuestros intelectuales y escritores locales, que necesitan con urgencia una profilaxis en el alma. No solo pienso en Faverón, sino también en no pocos que lo vienen criticando en estas últimas horas, cuando la única diferencia entre ellos y él, es que esta suerte de ex Facebook Star fue acorralado por el brote de sus propias miserias humanas. 
Claro, esta urgencia de profilaxis en el alma no te convertirá en “Miss Simpatía”, no hará que le sonreías a todos. No. Esa no es la idea. La profilaxis en el alma te ayudará a no ser tan mierdita, esta profilaxis en el complejo mundo de las emociones te hará valorar factores en su genuina magnitud, por ejemplo: la lectura y el saber intelectual, como los canales del espíritu crítico que tanto necesitamos en esta sociedad cada vez más lumpenizada por los sentimientos menores.

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