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Levantarse despejado, quizá debido al
sueño surreal, en el que comía ensalada de fruta mientras observaba un
espectáculo de ballet a orillas de un río. Como decía: levantarse despejado,
pero también indignado contra la soberbia ignorante de algunos imbéciles que se
alucinan divos de la cultura y el pensamiento peruano, campeones en hablar del
Ande y de la cultura popular, duchos en el verso pero eximios ejecutantes del
maltrato al prójimo.
Por eso, refuerzo mi idea de siempre, es
preferible leer a los autores que conocerlos en persona. Más aún a los autores
peruanos, que a la primera sensación de éxito proyectan en los demás el
maltrato que estos han sufrido en su vida. Un comportamiento gamonal que
contradice lo que detrás de un escritorio construyen, un discurso que se
estrella en la rutina. Hablo de insulsos alzados que hablan de la compresión
del Perú, de aquellos que como buenos se alucinan los conocedores de los años
más traumáticos de la violencia política, de graciosos cantamañanas dedicados
al estudio y obra de Arguedas cuando en la práctica desprecian lo que este
tanto amaba.
Por eso, el creador e intelectual
peruano no conecta con el ciudadano de a pie, asumiéndolos como hipócritas. Y
tanta razón tiene el ciudadano, el hombre y mujer que sin los conocimientos de
estos cantamañanas son más íntegros en la poética sencillez de su rutina.
Cuánta diferencia con Arguedas, ¿no? No solo un crack en lo intelectual, sino
un hombre que se compenetraba con la gente del Ande. Por eso, para muchos
peruanos, no les hace falta leer a Arguedas para saber quién fue Arguedas.
E imaginar que no pocos
protointelectuales anhelan ser parte de estos grupos del poder del pensamiento
peruano. La mala suerte me ha permitido conocer a representantes de ambos
lados, y la verdad, me cuesta entender qué tipo de lavado de cabeza necesitan.
Claro, no todos necesitan lavados de cabeza, muestran una diferencia ética y
moral, y ante todo coherencia vital con el discurso que forjan, y no se les
puede ver por la sencilla razón que no están en los círculos de poder, como los
de la academia y los medios.
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