jueves, diciembre 15, 2016

lavadoras y legitimidad

La inminente censura a Jaime Saavedra no admite más interpretaciones: la nefasta fuerza naranja viene haciendo los suficientes méritos para insertar en el imaginario de la ciudadanía informada su objetivo inmediato: desestabilizar al gobierno y provocar un desorden institucional que le brinde las razones suficientes para llevar adelante un pedido de vacancia presidencial.
Sin embargo, como se acaba de señalar, esta situación solo es percibida por la ciudadanía informada, que recuerda cada uno de los latrocinios cometidos por los fujimoristas. Pero las ratas naranjas no esperaban el apoyo multitudinario a las reformas educativas capitaneadas por Saavedra. Al respecto, muchos consideran que la marcha del lunes pasado debió ser aprovechada por PPK para poner contra la pared a la mayoría parlamentaria del congreso. No pocos, y en principio con justa razón, cuestionan la actitud del presidente, que en lugar exhibir fuerza y carácter, cedió terreno en su mensaje a la nación cuando anunció que buscaría el diálogo con todas las fuerzas políticas del país, puesto que, para él, de esta manera se podría encontrar una solución a la situación de inestabilidad política que vive el país con la censura a Saavedra.
La reacción de PPK fue la que debió esperarse. Es lo que hay, lo que tenemos. Y hasta cierto punto es entendible, porque para hacer frente a la mafia de los Fujimori se necesita carácter, convicción e ideales, cualidades que no exhibe ningún líder político del país, ni de la derecha, ni de la izquierda. Absolutamente todos hacen gala de puntos de débiles patentizados en enumeradas inconsistencias éticas y morales. Ninguno es garantía de lucha frontal contra la verdadera fuerza del fujimorismo, fuerza de la que parece sus críticos no se han percatado de su existencia: las millones de personas que lo sigue ciegamente, como también de los millones que se les suman debido a creencias religiosas (quien piense que los católicos y evangélicos practicantes no están en contra de Saavedra, pecaría de ingenuo y de pésimo lector de la realidad política actual). De haber sucedido lo que muchos esperábamos, el país iba a ingresar a una inmediata espiral de manifestaciones y protestas, a una polarización que sí iba a justificar toda clase de atropellos de las ratas naranjas.
Llamar al diálogo fue lo más sensato que PPK pudo hacer. Fue responsable. Sabemos que los naranjas no harán caso a una convocatoria al diálogo, su lideresa ya jugó sus fichas contra Saavedra, que le significa su peligro mayor, porque siendo el director de la Reforma Universitaria, que de aprobarse, hará desaparecer los centros estudios en los que el fujimorismo tiene invertido muchísimo dinero. Ellos saben que con la desaparición de estas universidades cachinas, quedarían sin las lavadoras con las que limpian el dinero que Alberto Fujimori tiene repartido entre sus testaferros. Se deduce: censurar a Saavedra no es otra cosa que la protección de su dinero. 
Entonces, resulta apresurado (las prisas, las marcas de agua de esta era de velocidades mediáticas, que no conocen de reflexión y análisis) exigir del presidente la disolución del Congreso sin antes agotar todas las vías políticas de solución. Si PPK cierra el Congreso, pues que cierre ese antro de corruptos y ociosos con legitimidad.

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