"leñador"
Como lector a la búsqueda de lo nuevo, y
cuando hablo de nuevo no necesariamente me refiero a la novedad editorial, uno
no puede dejar de expresar su satisfacción cuando encuentra un libro que
podríamos catalogar de novedoso, pero no en el sentido de referirnos a la
naturaleza de su significado, sino a la tradición de la que se alimenta y de lo
que es capaz de hacer contra ella. Porque eso es lo que tenemos que hacer con
la tradición, enfrentarla con conocimiento de causa. Solo así sabremos de dónde
proviene lo nuevo, qué características exhibe y qué epifanías guarda.
La narrativa latinoamericana actual
viene atravesando un momento signado por la variedad, hija engreída de la
búsqueda. Estamos pues en momentos de recambios y relevos, y al respecto,
sabemos que más de uno quiere ser parte de ese momento estelar, de la
consagración por la que se lucha, y si eres joven, mucho mejor. Es lícito que
se quiera buscar un espacio en el relevo, el reconocimiento es el destino
natural de los buenos escritores. Por ello, ante tantas luces y saraos
literarios testimoniados en las redes sociales, la crítica debe mantenerse
atenta y ver más allá de la neblina discotequera. Dicho esto, ¿qué sensación
guardar cuando encuentras y devoras una novela como Leñador (Fiordo, 2016) de Mike Wilson?
Hay que cuidarnos de ligerezas
informativas. La biografía del autor podría confundir. Wilson nació en Estados
Unidos, se crio en Argentina, Chile y Paraguay. Volvió a Estados Unidos, en
donde estudió Literatura, doctorándose en Cornell. Y regresó a Chile, en donde
vive en la actualidad. Es decir, no hablamos de un autor latinoamericano cuya
primera lengua haya sido el español, pero Wilson es tan latinoamericano como
cualquier otro, porque su lengua literaria es el español, y en esa lengua
literaria (viaje lisérgico entre la prosa argentina y el aliento poético
chileno, a primera impresión) ha construido una novela que con toda justicia
podemos calificar como la novela latinoamericana más ambiciosa y cargada de
epifanías en lo que va del presente siglo.
En Leñador
se cuenta todo, pero se cuenta de una manera distinta; novela ajena y
divorciada de la linealidad narrativa, huidiza de la aparente sencillez del
fragmento, la onda micro no va con la
poética que la conduce. Y podría sonar a lugar común, pero estamos ante una
novela de lenguaje, pero entendamos lenguaje en su sentido más amplio, en su
tradición de las grandes novelas de lenguaje, amparada en cualidades difíciles
de confluir: sensibilidad y sabiduría.
Su protagonista, un exsoldado y boxeador
argentino, abandona su vida de ciudad para adentrarse en el bosque del Yukón,
en Canadá. Lo que le espera es una nueva vida y hacia esa vida se entrega,
relatando esa vida asimilándola en la revelación de sus costumbres, partiendo
de los detalles, como la forma de las hachas y sus componentes, la diferencia
existente entre los árboles, del mismo modo sobre la comida, la vestimenta, el
uso de la barba, la preparación de la cerveza, sobre los animales que pueblan
el bosque y hasta los adminículos de uso diario… Wilson nos presenta una
enciclopedia vital, que descansa en el discurso descriptivo, mas su enfoque no
yace en el objeto, sino en la expresividad del lenguaje; sumemos también la
radiografía emocional de su protagonista, un hombre quebrado y que lucha por no
exponer su dolor emocional, como también su hartazgo existencial, encontrando
en el día a día con los leñadores una suerte de salvación de lo que viene
huyendo, quizá de un pasado, o sencillamente de sí mismo.
La existencia de Leñador es motivo de celebración, pero una celebración en varias
partidas. Por un lado, que haya editoriales independientes que apuesten por una
novela como esta, hecho que refleja valentía y convicción, en especial en
tiempos identificados por la dictadura de la cuentas. También porque su
complejidad será del placer de los lectores entrenados, porque hay que estar
entrenado en la lectura, no solo para enfrentarla en sus casi 500 páginas, sino
para disfrutar de sus muchas capas literarias y filosóficas. Y por último, lo
más importante: Leñador visibiliza a
un escritor de quien tenemos que leer lo que ha escrito y a quien seguiremos
leyendo con expectativa en lo que vaya a publicar.
…
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