martes, enero 17, 2017

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Me pongo a revisar la edición de La República del último domingo y encuentro una reseña positiva del reconocido crítico Federico de Cárdenas a la última película de Oliver Stone, Snowden.
Si había una película que quería ver, quizá una de las pocas que me llamen la atención de la empobrecida oferta de películas de las multisalas limeñas, esa era precisamente el biopic de este ex agente de la CIA y la NSA. Leo la reseña a la vez que doy cuenta de una ensalada de frutas y reviso la nueva novela del “Jeremy”, que anda embalado, escribiendo como un poseso día y noche, algo que me satisface porque de los Zepitas es quien más talento mostraba para la escritura en comparación a “Mr. Chela” y “Frejolada”, que a la fecha andan entregados a la promoción del Cachetada´s Fans Club. Una pena, mientras haya necesidad de tragos y pasajes para la semana, “Cachetada” tendrá poder en almas sin talento y sin principios que justifiquen cada una de sus cojudeces, como el haberse burlado de Miguel Gutiérrez en su velorio. E imaginar que más de un Cachetada Kid se alucinaba seguidor del autor de La violencia del tiempo, cosas pues de nuestra fauna literaria. 
Fui a ver Snowden con mucha ilusión, pero ni bien pasaron diez minutos, supe que estaba ante un paquete, ante un desperdicio de lo que pudo ser una muy buena película y vaya que tenía motivos para sea así. Personaje héroe perseguido por el Imperio tras revelar los métodos de espionaje de sus servicios de inteligencia, métodos que no solo invaden las instituciones de los países enemigos del Imperio, sino que también se inmiscuyen en las vidas privadas de las personas. Entonces, ¿en qué falla la película? ¿Por qué esta no despega? Por ello, luego de pensarlo, teniendo la respuesta, pero a la que no quieres recurrir para no caer en el prejuicio, te das cuenta de que Stone ha perdido la inspiración creativa. Hubo un tiempo en que las películas del director norteamericano me entusiasmaban, pero sus últimos trabajos han manifestado una constante destrucción de su nervio narrativo, aniquilados por la ideología y el afán de denuncia.

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