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El calor cede al calor de la tarde. El
aire fresco, el natural, no el artificial del ventilador, se impone en cada
rincón de la casa. Entonces es hora de escuchar al maestro Nick Cave, su álbum
que me gusta más, The Boatman´s Call.
Joyita musical cuya fuerza radica en las letras y melodías, que te ofrecen la
sensación de que nada está pasando cuando en realidad está ocurriendo todo.
Me sirvo un vaso con agua y barajo, como
quien huevea, si salgo o no a abastecerme de películas. Pero ello depende de mi
proveedora Holy, a quien le he mandado una lista de películas. De acuerdo a su
respuesta, decidiré si salgo o no. Pero salir será un hecho, puesto que Lourdes
me ha recomendado Aliados. Pese a que
no es una película que llame mi atención, los detalles que ella me contó sobre
la misma me animan son más que suficientes. Mientras espero la respuesta de mi
proveedora, reviso mi correo electrónico. Respondo algunos correos y aprovechó
en mandar algunos textos que he estado reescribiendo.
Vuelvo a revisar mi Inbox y Holy no
responde. De la nada, como un pensamiento que aterriza al ver que no hay otros
que pueblan mi cabeza, pienso en las dañinas que son ciertas películas. Imposible
no tener en cuenta a Genius de
Michael Grandage, que se estrenó en salas locales como El editor de libros. La vi porque varias puntas la recomendaban en
las redes sociales. El ánimo parecía unánime respecto a su calidad, más aún
cuando esta trataba de la relación entre el editor Mak Perkins y el novelista
total Thomas Wolfe.
La leyenda literaria cuenta que entre Perkins
y Wolfe existía una relación tensa. El primero, la mesura y compromiso; el
segundo, la ampulosidad discursiva del genio. Perkins combatió contra esa
ampulosidad de su autor e hizo de él lo que sabemos que es. Sin embargo, la
puesta en escena de esta tensión no es que más que un cordel con cientos de
ganchos de cursilería y lugares comunes. Se entiende que fui a verla con mucha
expectativa. No esperaba una obra maestra, pero sí un mayor trabajo en las actuaciones
y que los personajes no dependieran del nombre y prestigio de sus intérpretes.
Ahora, esta película se ha convertido en
una plaga que enferma en nuestro Macondo literario. No hay día en que no
encuentre un editor con aires a lo Perkins, peinándose como Colin Firth, usando
sombrero y vistiéndose con formalidad, desafiando al calor. Tenemos pues a
nuestros Perkins locales, que anhelan parecerse a él, con la diferencia que el
verdadero era culto, leído y responsable. No me hago mucho problema, los
editores peruanos son una especie que puedo manejar. Pero debo contener mi ira
cuando me topo con los Wolfes locales, aquellos que no quieren que les toquen
ni una sola coma, incapaces de aceptar la sugerencia que salvaría del naufragio
lo que escriben.
¿A qué se debe esta aparición de Perkins
y Wolfes Made in Peru? Pues a Genius, la película que ha conseguido
manifestar el mal gusto disimulado de más de un desubicado. Pero de todo se
aprende, puesto que para la próxima no haré caso a los entusiastas de la
impresión primeriza, por algo Genius
gustó a toda la literatura peruana actual.
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