el intelectual barato 2.0
Las tardes de verano las consagro a la
relectura de los clásicos. Hace unas horas terminé Las ilusiones perdidas de Balzac y quedé tan arrebatado como la
última vez que la releí hace ocho años, y también en las tardes de la última
semana de febrero. Pues bien, aunque no es precisamente un clásico, considero
que El pez en el agua de Mario Vargas
Llosa bien puede ser considerado como tal, sin temor a las advertencias de los
puristas.
En este libro encontramos el capítulo El intelectual barato, que seguramente
más de una referente pluma nacional preferirá olvidar o, en todo caso, no
desear que jamás se mencione su nombre en relación a ese capítulo, con mayor
razón cuando más de un aludido ha hecho las paces con nuestro Nobel de
Literatura.
En este capítulo Vargas Llosa no muestra
piedad contra los intelectuales y escritores que lo atacaron durante la campaña
presidencial que perdió ante Fujimori. Lo contado en estas líneas bien podría
justificar más de una visita a las hemerotecas y así confirmar lo que cuenta el
Nobel, puesto que esos ataques se publicaron en los diarios de la segunda mitad
de los ochenta.
Más allá de algunos excesos
conceptuales, VLl señala lo siguiente: “En lo que a mí se refiere, me merece
respeto el intelectual o el político que dice lo que cree, hace lo que dice y
no utiliza las ideas y las palabras como una coartada para el arribismo”.
Es decir: lo que VLl busca es coherencia
en el creador e intelectual peruano, no importa si este es de derecha o de izquierda,
o un indefinido. No es poca cosa, puesto que en el desarrollo del capítulo, VLl
incide en que esta ausencia de coherencia trae consigo un resultado por demás
bochornoso: la casi inexistencia del intelectual peruano digno de respeto.
Mientras releía el capítulo, me fue
imposible no pensar en nuestras actuales voces, dueñas y amas de la verdad y la
moral, autoerigidas como las metáforas de la limpieza del pensamiento y
conducta en las redes sociales. Pienso en el representante mayor de esta
metáfora: el resucitado Gustavo Faverón, quien viene borrando con el codo el
discurso moral y justiciero que exhibió en la campaña electoral pasada. Su
incoherencia no es esclava de la ideología o preferencia política, sino de la
amistad que se proyecta como broma de mal gusto y que revela la negación de la
cualidad que debe exhibir todo intelectual: la autocrítica. Un intelectual sin
autocrítica, incapaz de reconocer que se equivocó, no es más que un oportunista,
tal y como enseña el maestro Hitchens.
Lógico. Nadie se imaginaba lo que la bomba
de Odebrecht iba desatar en nuestra sociedad, bomba de la que cada día somos
testigos de un nuevo capítulo. Por ello, genera repulsa el apoyo a Nadine
Heredia por parte de Faverón, que viene cremando recursos intelectivos, pasando
por agua tibia, relativizando, la acusación mayor que pesa sobre su amiga:
haber recibido 3 millones de dólares de Odebrecht.
El discurso del intelectual contra la
corrupción no puede ser maculado por el buenagentismo ni el rancio amiguismo.
Hablamos de un discurso que hoy en día debe exhibir una limpieza moral, porque
solo en esta limpieza se puede marcar una clara diferencia del lastre que se
critica. No puedo darme el lujo de ser un Kamikaze: doy palo y patadas al sucio
clan naranja de Keiko Fujimori y me tiro al suelo defendiendo a mi amiga Nadine.
No pues, hijo: corrupción es corrupción. A menos que vengas impartiendo una
nueva cátedra de la que no me he dado cuenta: La anticorrupción del vasallo.
Ahora, lo que deberían hacer los
intelectuales peruanos que apoyaron a Ollanta Humala en la campaña presidencial
del 2011, muy en especial aquellos que lo hicieron desde el principio (quien
esto escribe votó por Humala en la segunda vuelta, o sea, contra Keiko), es
autocriticarse y Deletear la
impostura de la sorpresa ante los hechos presentes. Muchos creyeron en esa
candidatura, pero no sabían lo que ahora sí: Ollanta Humala era el candidato,
la apuesta mayor, de Odebrecht. Por ello, el discurso del intelectual peruano
en estos tiempos por demás sensibles está llamado a mostrar coherencia, y la
autocrítica es parte de esta. Si te equivocaste en su momento, pues te
equivocaste, lo aceptas y para adelante, con la cabeza en alto, sin el temor a
que te caiga un lapo que desdibuje tu Reality
moralista.
Por otra parte, bien sabemos que la gran
mayoría de intelectuales y escritores peruanos dicen abrigar los principios de
la izquierda. Como ya he indicado antes, si la izquierda peruana fuera normal,
yo también me consideraría de izquierda, y sería mucho más salvaje de los que
vemos, oh vaya novedad, también en las redes sociales. En este sentido, he sido
testigo, en estos últimos días, de la incoherencia del intelectual peruano de
izquierda. Entiendo que más de uno no acepte lo que pasa en Venezuela, negando
el sufrimiento del pueblo venezolano y justificando el encarcelamiento de los
presos políticos de Nicolás Maduro. Puedo entender, mas nunca justificar, esta
ahuevonada complicidad chicoteada por la ideología. Lo que sí me cuesta aceptar
ha sido el silencio, la defensa sin firmeza, que desde muchos sectores de la
izquierda local, específicamente el de los escritores identificados con ella, se
ha mostrado con el gran poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.
Cuando más se necesitaba de los
berrinchosos, de las bestezuelas de la zurda, estos han optado por la
inconsecuencia: no decir nada porque el atropello contra este poeta de 92 años
provenía de la dictadura de Daniel Ortega; así es, de una dictadura de
izquierda. Las bestezuelas izquierdozas de la literatura peruana prefirieron
condenar en silencio a Ortega, actitud pusilánime que los metamorfoseó en
castrados espectadores del abierto apoyo a Cardenal por parte de la derecha.
Había que defender en discurso a este estupendo poeta, y no por ser de
izquierda, sino por sentido común, en sintonía con un prójimo que estaba siendo
víctima de un abuso. Por ejemplo, me entristece la actitud del próximo
presidente peruano, así es, mi pata, mi causita, mi chocherita, mi bró
“Chiboliné du France”, que prefirió disparar para otro lado cuando más se
necesitaba de su indignado histrionismo virtual. Para variar, nuestro pequeño
guachimán, nuestro Conancito que se enfrenta a las tinieblas del mundo
neoliberal, volvió a hacer miau.
Mira, mascota, te la pongo así: si pretendes gobernar este país de bellas
montañas y hermosas tierras, tienes que fa-jar-te por los Principios y no hacer
hueco en la tierrita cada vez que tu ideología ingresa a las parcelas del
entredicho.
Y para terminar: que el presente
contexto político marcado por la corrupción nos lleve a la reflexión. Podemos
considerarnos intelectuales, con virtudes e ineludibles defectos, y como tales,
estamos llamados a honrar con acciones los valores y principios que
transmitimos desde nuestras trincheras discursivas. La coherencia hace la
diferencia entre un intelectual de buena voluntad y un intelectual barato.
Marito tenía razón.
7 Comentarios:
Jjajajajajajaja
Un gran post, estmado Gabriel. Mucha verdad, con ají.
Harto poser en el mundillo culturoso nacional. Bien ahí con esa patada.
Chiboline du Francé, la kgd eres, oe! Jua juajua !
AYAYAYAYAYAYAYYYYYY
Directo a la yugular, G. Hasta los intelectuales están podridos en este país.
Chiboliné du France jajajajajajajajajaja ta que te pasas
Estimado Gabriel
Fui informado de tu post y lo he leído detenidamente. De acuerdo en todo, desde el aceitado Faveron a Chiboliné du France.
Fernando
De los intelectuales baratos también se aprende creo. Supongo q de no ser así, no hubiera surgido la oportunidad para ser observados y aprender. Incluso a usted mismo, le inspiran para escribir este post- "Errar quizas sera siempre reescribir ese mismo ensayo" [Creo incluso, que nuestra misma política aún atraviesa una etapa de pubertad]P.S. no soy intelectual, simplemente Pienso.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal