anécdotas de espía
La presente publicación es una de las
más esperadas en el imaginario lector del mundo. No es para menos, y
disculparán el entusiasmo, porque estamos hablando de John Le Carré. Eso.
Con
autores como Le Carré habría que pensar no una, sino hasta cinco veces, el
facilismo con el que lamentablemente no pocos miran por encima las novelas
inscritas en géneros pautados por su popularidad. Hacerlo no solo refleja
prejuicio, sino también un preocupante desconocimiento de la tradición de la
novela en cuanto a su carácter popular que esta tuvo durante el siglo en el que
alcanzó su mayor radiación, radiación que se mantiene hasta el día hoy.
Pensemos en algunos autores populares
del XIX, en Verne, Dumas y Salgari, narradores dedicados a la escritura de
novelas de aventuras, que bien hoy podríamos llamar los padres de la narrativa
de asunto que no solo la podemos ver en el formato de libro impreso, sino
también en las películas y series. Por eso, antes de bajarle el dedo a los
Bestseller, sería saludable que se estudie mínimamente su tradición, aunque sea
un repaso al vuelo en el que podemos encontrar autores no solo exitosos, sino
también con sobrados méritos literarios, como Stieg Larsson, Georges Simenon,
Manuel Vázquez Montalbán, Isaac Asimov, Arturo Pérez-Reverte, Stephen King, etc.
La lista podría ser mayor, pero preferimos consignar los autores más ubicables
por el lector recurrente.
Sobre los autores de Bestsellers se
dicen no pocas gratuidades. La principal de estas yace en un discurso que pretende
restarles calidad literaria por el solo hecho de que sus libros están
direccionados a un público masivo. En este sentido, la crítica no es ajena a
una tara que esperemos sea involuntaria, ya que pasa por alto el análisis de
los mismos por su señalada esencia popular. Es decir, si existiera un Salgari
pop en estos años, la crítica no se ocuparía de él, no le prestaría la más
mínima atención, confinándolo al texto volteado de la contratapa, cosa que así
tiene una que otra oportunidad de salir en alguna descuidada estafeta.
Sin embargo, las gratuidades se
despejan, parecen no existir, cuando se tiene que hablar del británico John Le
Carré. Con LC existe consenso, porque no solo hablamos de un exitosísimo autor
de novelas de espionaje, sino también de uno del que podemos aseverar que
literariamente exhibe excelentes recursos literarios. Si un aspirante a
escritor lee esta reseña, pues lea a LC, porque se puede aprender, y mucho, de
su administración de recursos narrativos
en la construcción de una novela.
Ahora, cuando hablamos de los lectores
de LC, no nos referimos a unos cuantos de cientos de miles, sino a millones. No
es para menos, pensemos en novelas como El
espía que surgió del frío, El Topo,
Llamada para el muerto, Asesinato de calidad, La chica del tambor, La gente de Smiley, El jardinero fiel, El
infiltrado, entre otras. En LC confluyen el éxito de ventas y la
experiencia literaria. LC es pues un digno representante de la tradición de
novelas de aventuras del XIX, el siglo de la novela. Por ello, las expectativas
sobre sus memorias estaban más que justificadas, Volar en círculos (Planeta, 2016).
Sin embargo, a medida que recorremos estas
páginas somos testigos de un factor no esperado: LC cuida mucho sus palabras,
privilegiando la anécdota en lugar de la reflexión. Tengamos en cuenta que el
nutriente de la memoria es el discurso reflexivo. A pesar de ello, nuestro
autor es capaz de sustraer de la anécdota su natural espíritu fugaz y
presentarnos de esta manera la trastienda de su vida, de cómo se hizo espía y
de las personas del mundo político y del espionaje que conoció y que inspiraron
sus novelas. No vamos a negar que LC también se muestra cínico, nos advierte
que no contará sobre su pasado como espía (cuando eso es lo que precisamente el
lector quiere leer), pero lo hace a cuenta gotas, privilegiando la información
conocida, que en otra pluma podría advertirse como estafa, pero que en la suya
se justifica gracias a la disposición de esta. Queda claro que lo que sabe del
espionaje lo deja para sus novelas y en estas memorias nos brinda bocaditos
narrativos que cumplen su objetivo: divertir y emocionar, puesto que LC lo hace
sin remilgos, sin falsas modestias, es decir, desde su condición de escritor de
éxito que no necesita demostrarle a nadie su valía literaria. VEC bien puede servir como guía para los
que aún no hayan leído sus magistrales novelas y para sus lectores no es más
que una sobredosis que se agradece, además estos saben bien por qué su autor predilecto no lo puede contar todo.
…
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