sobre librerías
Como ya lo he indicado más de una vez,
los domingos son los días ideales para recorrer librerías. En realidad, no hay
actividad más gustosa y este gusto obedece a un detalle excluyente: los domingos
la gente está en sus casas.
Entonces salgo a la expectativa de lo
que me deparará el periplo. A veces encuentras cosas interesantes y a veces no,
la gracia es el recorrido. Esto lo sé porque consumo muchos libros. Sin
embargo, como ya lo saben los seguidores del blog, un tiempo atrás estuve del
otro lado, es decir, como librero. Entonces, la experiencia me ha enseñado
sobre la relación existente entre el librero y el lector (o viceversa). Obviamente,
cuando me refiero a librero, no lo hago en función del vendedor de libros, idea
que viene generando más de una confusión que en esta ocasión no diferenciaré.
Mientras caminaba por El Olívar,
calculando el tiempo porque a las cuatro jugaba Alianza Lima, opté por sentarme
en el pasto, prendí un pucho, tomé algo de agua mineral y me puse a revisar
algunos mensajes. De paso, navegué por algunas páginas culturales, encontrando
una nota (no aparece el nombre de quien la firma) en El Dominical, Librerías: ciudades de papel.
Como se anuncia en el título, el texto
va sobre las librerías, en cuanto a su importancia como espacio y también como
negocio. Se trata de una comparación en principio abusiva, si es que somos
maliciosos, pero de la que podríamos sacar algunas conclusiones sobre la realidad
librera entre Argentina y Perú.
Por el lado de los argentinos, los
testimonios de los libreros y editores Lucio Aquilanti (por cierto, hace un
tiempo le hice una entrevista sobre Julio Cortázar) y Facundo Barisani. Ambos
señalan la importancia de las librerías como espacios de discusión y formación
de lectores. Brindan diferencias entre las librerías y las cadenas de
librerías, pero ante todo, nos hablan de una política cultural que propicia la
difusión de la lectura que lleva muchas décadas en el imaginario argentino. Sin
esta cultura por la lectura, no estaríamos ante uno de los circuitos libreros
más fuertes del mundo, que ha sabido sortear las crisis que en los últimos años
han marcado al vecino país sureño.
Por otra parte, nos extraña, es que el
encargado de la nota haya pasado por alto un libro de ensayo fundamental
publicado en este nuevo siglo, su título: Librerías
de Jorge Carrión. Se hacía necesaria esta referencia a modo de refuerzo de la
gran verdad que dicen Aquilanti y Barisano. Las librerías se harán fuertes y podrían
sobrevivir a toda clase de tormentas en función a la personalidad que
construyan y a la proyección que vaya más allá de la rentabilidad de sus
actividades. Aquilanti y Barisano son hijos de una tradición librera y en base
a esa tradición buscan renovar y fortalecer su circuito librero.
Pues bien, la nota se desdibuja por
completo cuando para hablar de la situación de las librerías locales se cita a
Patricia Arévalo, vicepresidenta de La Cámara Peruana del Libro. No pongo en
duda las capacidades intelectivas de Arévalo, pero su visión de la situación de
las librerías peruanas sí me hace sospechar sobre su nulo conocimiento de la
dimensión de la problemática librera en Perú. Cualquier persona que conozca de
librerías no puede reducir su perspectiva de las mismas a lo que pasó con la
cadena Crisol, menos arriesgarse a aseverar que hay un interés por el consumo
de libros a razón del éxito de la última edición de la FIL y el “ánimo
creciente” por esporádicas ferias. Pensar así es pensar en función a números y
no en base a la solución: la formación de lectores. La no formación de
lectores, la ausencia de políticas estatales y privadas que fomenten en todos
sus niveles el hábito por la lectura es el verdadero lastre que en el caso de
las librerías peruanas impide que estas no se puedan consolidar, ni como
espacio cultural, ni como negocio que aspire a ser rentable. La tradición
lectora genera tradición librera, la tradición librera genera soluciones en los
tiempos de crisis.
Soy consciente de que a Arévalo se le
consultó por un tema por demás complejo, pero en esa complejidad esperaba que haya
hecho hincapié en lo que importaba, no en cuestiones signadas por la
inmediatez.
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