evaluación
Mientras (re)leía Los niños, novela de la escritora colombiana Carolina Sanín, ubicado en una mesa esquinada de un café de Real
Plaza del Centro, no pude dejar de ver a algunos maestros que pasaban por
la zona de comida rápida del centro comercial. Imposible no prestarles atención, a razón de sus
pancartas y una bolsa de yute (al menos eso supuse por el color). De haber
podido, habría colaborado, pero entre los profesores y yo había poco más de 50
metros de distancia y casi 10 metros de altura. Igual, ayudé, pero minutos después, ya en la Plaza San
Martín.
Seguía en la novela y tomaba notas de ella. Además, mi presencia en el Sarcletti obedecía a
una fuerza mayor: la hora punta. Como no tengo paciencia para el tráfico de la
ciudad, suelo entrar a cafés y restaurantes, bajo la sana idea de aprovechar el
tiempo y no sentir que me pudro en vida, sea en transporte público o
privado.
Al rato, decido dirigirme a la plaza, en donde me encontraría con una amiga que iba a realizar algunas fotografías de
los profesores reunidos allí. En el trayecto creí conveniente
revisar algunas noticias. Y eso fue lo que hice, me puse al día tras muchas
horas dedicadas a la edición y la reescritura. Entonces, con lo leído
más el respectivo cruce de información, supe de los requerimientos de los profesores, pero uno de ellos resulta imposible cumplir, menos negociar: la evaluación a la que deben ser sometidos.
Pues bien, tampoco me fío de los dictados de la prensa, últimamente llena
de pulpines idiotas en vez de periodistas de raza y convicción. Al llegar a la Plaza hablé con los profesores, los escuché y, en
especial, les pregunté si era cierto o no sobre su negativa a ser evaluados periódicamente.
Lamentablemente, no están dispuestos a ser evaluados. Pero también es cierto que muchos de ellos no son dueños de una información detallada sobre su problemática, solo hacen caso a sus líderes, que para incitar a la violencia e insultar sí son eficaces. Basta escuchar a estos líderes para saber que detrás de tanta protesta hay otros fines.
Lamentablemente, no están dispuestos a ser evaluados. Pero también es cierto que muchos de ellos no son dueños de una información detallada sobre su problemática, solo hacen caso a sus líderes, que para incitar a la violencia e insultar sí son eficaces. Basta escuchar a estos líderes para saber que detrás de tanta protesta hay otros fines.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal