lunes, agosto 14, 2017

reseñismo pura vida

Lo digo en buena onda, a ver si empezamos a cambiar un poco.
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Desde que tengo conocimiento, el reseñismo literario practicado en medios siempre ha estado en crisis. Al respecto, se ha reflexionado mucho sobre la idoneidad de quienes lo deberían ejercer, y en parte se tiene razón cuando se reclama por críticos de oficio. Sin embargo, habría que recordar que muchos críticos provenientes de la academia no han sabido proyectar en el lector lo que se esperaba (descriptivos, aburridos, demagogos y, en algunos casos, amigueros), al punto que —salvo excepciones como Abelardo Oquendo— ya no se les extraña.
Se supone que el reseñismo tiene que mostrar la voz y la personalidad de su juez de turno, así estemos o no de acuerdo con sus juicios, más aún en estos tiempos en los que el reseñismo local ha tocado fondo: convertido en una rama promocional de las grandes editoriales y, eventualmente, de los sellos independientes.
No sorprende, estamos siendo testigos del miedo a la emisión del juicio valorativo. Pienso en la sección Don Lucho Review of Books a cargo de Pedro Escribano en La República; en la incoherencia de Juan Carlos Fangacio en El Comercio (¿descripción y señalamiento a novelas que no le gustan y descripción y saluditos a novelas malas/mediocres?); imposible olvidar los obsequios semanales que nos deparaba un ejército académico en Exitosa: reseñas que exhibían el compadrismo de los textos de presentación. Pienso también en Dante Trujillo, eficiente lector y muy buen editor (me consta). Los lectores de su página en Somos no esperan de él la pepa libresca, sino una opinión más elaborada sobre la misma, que puede lograrse en pocos caracteres (nos hayan parecido o no sus opiniones, recordemos lo que hacía Oquendo en un espacio reducido). 
El reseñista tiene una responsabilidad moral con el lector y con nadie más. Este no debe jugar en pared con la tentadora aceptación, como lamentablemente somos testigos en las redes sociales. El reseñista está llamado a ser una presencia incómoda, un pinchaglobos, no un aliado de ocasión. Ya lo dijo el crítico mexicano Christopher Domínguez Michael: “hay que tener la piel dura porque la mitad de la sociedad literaria te detesta y la otra mitad te quiere mucho, si te gusta caerle bien a todo el mundo, pues esto no es lo tuyo.”

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