reseñismo pura vida
Lo digo en buena onda, a ver si
empezamos a cambiar un poco.
*
Desde que tengo conocimiento, el
reseñismo literario practicado en medios siempre ha estado en crisis. Al
respecto, se ha reflexionado mucho sobre la idoneidad de quienes lo deberían
ejercer, y en parte se tiene razón cuando se reclama por críticos de oficio.
Sin embargo, habría que recordar que muchos críticos provenientes de la
academia no han sabido proyectar en el lector lo que se esperaba (descriptivos,
aburridos, demagogos y, en algunos casos, amigueros), al punto que —salvo excepciones
como Abelardo Oquendo— ya no se les extraña.
Se supone que el reseñismo tiene que
mostrar la voz y la personalidad de su juez de turno, así estemos o no de
acuerdo con sus juicios, más aún en estos tiempos en los que el reseñismo local
ha tocado fondo: convertido en una rama promocional de las grandes editoriales
y, eventualmente, de los sellos independientes.
No sorprende, estamos siendo testigos
del miedo a la emisión del juicio valorativo. Pienso en la sección Don Lucho
Review of Books a cargo de Pedro Escribano en La República; en la incoherencia de Juan Carlos Fangacio en El Comercio (¿descripción y señalamiento
a novelas que no le gustan y descripción y saluditos a novelas malas/mediocres?); imposible olvidar los obsequios
semanales que nos deparaba un ejército académico en Exitosa: reseñas que exhibían el compadrismo de los textos de
presentación. Pienso también en Dante Trujillo, eficiente lector y muy buen
editor (me consta). Los lectores de su página en Somos no esperan de él la pepa
libresca, sino una opinión más elaborada sobre la misma, que puede lograrse en pocos
caracteres (nos hayan parecido o no sus opiniones, recordemos lo que hacía
Oquendo en un espacio reducido).
El reseñista tiene una responsabilidad
moral con el lector y con nadie más. Este no debe jugar en pared con la
tentadora aceptación, como lamentablemente somos testigos en las redes
sociales. El reseñista está llamado a ser una presencia incómoda, un
pinchaglobos, no un aliado de ocasión. Ya lo dijo el crítico mexicano
Christopher Domínguez Michael: “hay que tener la piel dura porque la mitad de
la sociedad literaria te detesta y la otra mitad te quiere mucho, si te gusta
caerle bien a todo el mundo, pues esto no es lo tuyo.”
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