un libro de 1997
Caminaba tranquilo, fumando un pucho,
rumbo a Sarcletti, en donde me encontraría con un buen amigo para hablar de lo
que siempre hablamos: poesía, música y antifeminismo.
Pero en el trayecto recordé que no
recordaba cuándo caducaba mi carné de investigador de la BNP. Como entre la BNP
y el café había no más de 300 metros de distancia, decidí hacer la renovación,
aprovechando que aún tenía tiempo, además, suponía que la renovación del carné
no iba a demandarme más de diez minutos.
Aunque demoré poco más de quince minutos
para la bendita renovación, apuré el paso hacia el café, en donde ya se
encontraba mi pata, me entregó una antología de poesía de reciente publicación
y un cuentario que ya había leído años atrás, en 2002 si no me equivoco, en una
acelerada tarde de marzo en el entonces local central de la BNP. No era un
libro del todo esquivo, conocía amigos que lo tenían, pero cuando tuve
oportunidad de comprarlo, algo
ocurrió, pasé de largo bajo la idea de que lo compraría al día siguiente, pero
cuando regresé, el libro ya no estaba y lo busqué durante años.
Como indiqué, hay libros que son
esquivos y pese a tener la reedición de 2008 de Matalamanga, siempre quise
tener la edición de 1997, de Australis.
Bien lo deduce el lector informado y
memorioso, me refiero a Un único desierto
de Enrique Prochazka. Releeré el libro en lo queda de la madrugada y lo más
probable es que escriba de él en los próximos días. Pues bien, mientras
conversaba con mi pata, miraba la portada que tenía al lado de la(s) taza(s) de
café, quizá bajo el temor de no hacer un mal movimiento y manche con café la
sobria portada del libro. No sería la primera vez que me ocurren esta clase de torpezas, por ello, puse
sobre el libro la antología de poesía, cuyo prólogo me promete una malsana
diversión. Ya les cuento.
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