hora de pronunciarse
Muchos amigos y conocidos me preguntan
por mis críticas a la izquierda letrada de este país. Los más elementales
consideran que me dejo guiar por mis ímpetus y broncas con ciertos
personajillos de la zurda del circuito literario.
Ya lo he dicho, si la izquierda en este
país fuera normal, no tendría problema alguno en simpatizar con ella. Pero
nuestra izquierda letrada es demasiado posera y cínica, presa de una superioridad
moral que la tiñe de estratégico desentendimiento si de aceptar sus errores se trata. Algunos
de estos errores bien podrían tirar por los suelos la proclama de sus
principios, errores que la derecha aprovechará para justificar sus serios
señalamientos hacia esta izquierda letrada que no se sacude de la demagogia.
Por ello, si esta izquierda aún no dice
nada sobre su apoyo a Ollanta, en quien, como sabemos, recaen sospechas
razonables sobre violación de derechos humanos, al menos que diga algo al
respecto sobre la situación en Venezuela.
Claro, los que se la llevan fácil dirán
que lo de Maduro es un tema que no les compete. Ceñirse a ese criterio –que
tiene más de criollada discursiva que de razón– no es más que negar una cercana
evidencia: miles de venezolanos que vienen a Perú en pos de un futuro mejor.
La izquierda también tiene sus dictaduras
y contra ellas tiene que pronunciarse su llamada reserva moral, a menos que sus
líderes guarden hacia ellas algo más que forzadas simpatías ideológicas. Lo que
hizo la dictadura chavista fue comprar las consciencias de sus líderes
latinoamericanos mediante pingues donaciones. Lo intuíamos y ahora lo sabemos.
En este sentido, Salomón Lerner Ghitis
hace bien en pedir a la lideresa Verónika Mendoza un pronunciamiento firme ante
lo que viene deshaciendo/destruyendo Maduro en Venezuela. Aparte de haber
llevado a cabo semanas atrás una elección puesta en entredicho por los veedores
internacionales, la gracia de este dictador de seguir en el poder viene
generando un altísimo costo en vidas humanas (la mayoría de jóvenes). Ni hablar
de la crisis económica que viene sufriendo ese país, lo que nos suena muy raro tratándose de uno sumamente rico.
Mendoza no puede perder
tanto por tan poco. Puedo estar o no de acuerdo con sus planteamientos
económicos que expuso en la pasada campaña electoral, pero perder lo avanzado
por ceguera ideológica –no por carácter, porque si hay algo que le sobra a esta
mujer es precisamente carácter– es por demás estúpido, porque abrigo la esperanza de que es eso:
ceguera ideológica y no un anticucho en una cuenta bancaria que desde Caracas nos den
señas de su existencia si en caso ella llegara a pronunciarse contra esta dictadura
tropical.
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