martes, agosto 15, 2017

hora de pronunciarse

Muchos amigos y conocidos me preguntan por mis críticas a la izquierda letrada de este país. Los más elementales consideran que me dejo guiar por mis ímpetus y broncas con ciertos personajillos de la zurda del circuito literario.
Ya lo he dicho, si la izquierda en este país fuera normal, no tendría problema alguno en simpatizar con ella. Pero nuestra izquierda letrada es demasiado posera y cínica, presa de una superioridad moral que la tiñe de estratégico desentendimiento si de aceptar sus errores se trata. Algunos de estos errores bien podrían tirar por los suelos la proclama de sus principios, errores que la derecha aprovechará para justificar sus serios señalamientos hacia esta izquierda letrada que no se sacude de la demagogia.
Por ello, si esta izquierda aún no dice nada sobre su apoyo a Ollanta, en quien, como sabemos, recaen sospechas razonables sobre violación de derechos humanos, al menos que diga algo al respecto sobre la situación en Venezuela.
Claro, los que se la llevan fácil dirán que lo de Maduro es un tema que no les compete. Ceñirse a ese criterio –que tiene más de criollada discursiva que de razón– no es más que negar una cercana evidencia: miles de venezolanos que vienen a Perú en pos de un futuro mejor.
La izquierda también tiene sus dictaduras y contra ellas tiene que pronunciarse su llamada reserva moral, a menos que sus líderes guarden hacia ellas algo más que forzadas simpatías ideológicas. Lo que hizo la dictadura chavista fue comprar las consciencias de sus líderes latinoamericanos mediante pingues donaciones. Lo intuíamos y ahora lo sabemos.
En este sentido, Salomón Lerner Ghitis hace bien en pedir a la lideresa Verónika Mendoza un pronunciamiento firme ante lo que viene deshaciendo/destruyendo Maduro en Venezuela. Aparte de haber llevado a cabo semanas atrás una elección puesta en entredicho por los veedores internacionales, la gracia de este dictador de seguir en el poder viene generando un altísimo costo en vidas humanas (la mayoría de jóvenes). Ni hablar de la crisis económica que viene sufriendo ese país, lo que nos suena muy raro tratándose de uno sumamente rico. 
Mendoza no puede perder tanto por tan poco. Puedo estar o no de acuerdo con sus planteamientos económicos que expuso en la pasada campaña electoral, pero perder lo avanzado por ceguera ideológica –no por carácter, porque si hay algo que le sobra a esta mujer es precisamente carácter– es por demás estúpido, porque abrigo la esperanza de que es eso: ceguera ideológica y no un anticucho en una cuenta bancaria que desde Caracas nos den señas de su existencia si en caso ella llegara a pronunciarse contra esta dictadura tropical.

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