suceso político
Días atrás, mientras caminaba por el Jr.
Camaná, me puse a buscar libros. No se trataba de una búsqueda dirigida, menos
aún interesada, que considero la mejor manera de buscar libros. Para mí, esa es
la actitud que siempre tengo, y haciendo sumas y restas, creo que no me puedo
quejar. A esta suerte de búsqueda sin objetivo, debo añadir el ambiente tenso
que se sentía en las calles, esa extraña sensación de que en cualquier momento
puede ocurrir algo a razón de los miles de profesores que prácticamente viven en la Plaza San Martín.
Me fijé en la hora y aún tenía tiempo
para seguir en la no-búsqueda.
Entonces, en uno de los muchos galpones
de libros del jirón, vi el lomo de un ladrillo que no sé por qué no encuentro
en mi biblioteca, pero allí estaba ese título, quizá anacrónico en cuanto a
tema, lejano del interés político actual, y quizá también lejano del interés
político de cuando lo leí y que por alguna extraña razón he querido volver a
leer. Entonces lo compré. Hice caso al hormigueo nervioso del pecho, que se
muestra inquieto en los momentos de indecisión. Lo sabía bien, se trataba de un
libro relativamente fácil de ubicar, pero que a mí se me esquivaba desde casa.
Alguna vez, o seguramente en más de una
ocasión, he escrito en este blog sobre Manuel Vázquez Montalbán, de quien leí
todo lo que pude entre los 20 y 25 años. Compraba sus libros, del mismo modo
los leía de prestado o en bibliotecas. El libro: Y Dios entró en La Habana, que hermano con esa otra maravilla
titulada Marcos: el señor de los espejos.
Entonces, con mi nuevo ejemplar del
libro me dirigí al Domino de la Plaza San Martín. Una vez allí fui presa, tras
el pedido del espresso, de los recuerdos de las muchas reuniones que tuve en
ese café con Miguel Gutiérrez. Aunque no era un lector asiduo de Vázquez
Montalbán, a Gutiérrez le gustaba mucho su obra maestra, la novela Galíndez. Como bien saben sus lectores,
el tema político y sus aristas ejercían en él una fascinación especial, e
imposible no pensar en la política mientras observaba lo que sucedía en esos
precisos momentos en la plaza. El suceso
político, ahora a cuenta de los profesores, que tanto gustaban a Vázquez
Montalbán y Gutiérrez.
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