consecuencias sociales
No son pocas las sensaciones e ideas que
genera la pronta liberación de Maritza Garrido Lecca.
Para un peruano, con memoria y que vivió
parte de su infancia y adolescencia con tamaña referencia, MGL no es un nombre
más. Ahora, no niego que me preocupa la chibolada pogre y
reaccionaria de este país, tan entregada a la opinión inmediata y la escasa reflexión
en la que descansa su discurso, es decir, la nada
intelectiva como virtud.
No lo vamos a negar, MGL exhibe un aura
romántica, en especial para la juventud. La ejerció en los años previos a ser
capturada como la guardiana de Abimael Guzmán, líder del grupo terrorista
Sendero Luminoso (las cosas por su nombre, pulpín, olvídate de cojudeces tipo
“Guerra Civil”, “Movimiento revolucionario” y demás maravillas del
atarantamiento conceptual producto de la posería y las pocas lecturas sobre
esos años de sangre, violencia y horror).
Es cierto que MGL cumplió su condena,
pero también es cierto, como señalan varios artículos de opinión de reciente
aparición, que esta mujer jamás ha dado visos de arrepentimiento, ni siquiera
una sola autocrítica en todos estos años de encierro.
Todos tenemos derecho a comenzar de cero, pero si no has pedido perdón, poco o nada puedes hacer contra la
condena social. Entonces, cuando se nos llama a la tolerancia, hay que hacerlo
de acuerdo a una coherencia. En el caso de MGM, solo hemos visto coherencia con
el discurso senderista, justificando en el silencio la sangre de miles de peruanos
inocentes que fueron víctimas del fuego cruzado de Sendero y el Estado.
Hablamos de una guerra que la comenzó un
grupo terrorista que jamás tuvo el favor de la población (a saber, Los ronderos --que no eran grupos paramilitares, tremenda idiotez que leí en una revista
años atrás--, su sola presencia fue la negación rotunda del campesinado a la
mentira revolucionaria de Guzmán), solo de algunos imbéciles de la academia y
una ínfima facción de la población juvenil ochentera. ¿Cómo es posible,
entonces, tratar de encontrar una legitimidad con tan poco, con mayor razón
cuando SL comenzó a desparecer a hombres y mujeres que no sintonizaban con sus
postulados políticos (muchos de ellos de la misma izquierda)? No negamos, en
absoluto, los crímenes de las FF.AA., pero es justo reconocer que estas impidieron el
avance del horror. Lo dicho, lo sé, no gustará a muchos, pero ya es tiempo de
poner en orden las cosas y juzgar judicialmente y socialmente a los
responsables de esa masacre, a los que la propiciaron y a los que no supieron
defender a quienes tenían que defender. Y, obviamente, también dejarnos de
idioteces, como pedir respeto
social a los senderistas que están por salir de la cárcel, o sea, respeto para
aquellos que se dedicaron a violar los derechos humanos.
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