domingo, septiembre 03, 2017

consecuencias sociales

No son pocas las sensaciones e ideas que genera la pronta liberación de Maritza Garrido Lecca.
Para un peruano, con memoria y que vivió parte de su infancia y adolescencia con tamaña referencia, MGL no es un nombre más. Ahora, no niego que me preocupa la chibolada pogre y reaccionaria de este país, tan entregada a la opinión inmediata y la escasa reflexión en la que descansa su discurso, es decir, la nada intelectiva como virtud.
No lo vamos a negar, MGL exhibe un aura romántica, en especial para la juventud. La ejerció en los años previos a ser capturada como la guardiana de Abimael Guzmán, líder del grupo terrorista Sendero Luminoso (las cosas por su nombre, pulpín, olvídate de cojudeces tipo “Guerra Civil”, “Movimiento revolucionario” y demás maravillas del atarantamiento conceptual producto de la posería y las pocas lecturas sobre esos años de sangre, violencia y horror).
Es cierto que MGL cumplió su condena, pero también es cierto, como señalan varios artículos de opinión de reciente aparición, que esta mujer jamás ha dado visos de arrepentimiento, ni siquiera una sola autocrítica en todos estos años de encierro.
Todos tenemos derecho a comenzar de cero, pero si no has pedido perdón, poco o nada puedes hacer contra la condena social. Entonces, cuando se nos llama a la tolerancia, hay que hacerlo de acuerdo a una coherencia. En el caso de MGM, solo hemos visto coherencia con el discurso senderista, justificando en el silencio la sangre de miles de peruanos inocentes que fueron víctimas del fuego cruzado de Sendero y el Estado. 
Hablamos de una guerra que la comenzó un grupo terrorista que jamás tuvo el favor de la población (a saber, Los ronderos --que no eran grupos paramilitares, tremenda idiotez que leí en una revista años atrás--, su sola presencia fue la negación rotunda del campesinado a la mentira revolucionaria de Guzmán), solo de algunos imbéciles de la academia y una ínfima facción de la población juvenil ochentera. ¿Cómo es posible, entonces, tratar de encontrar una legitimidad con tan poco, con mayor razón cuando SL comenzó a desparecer a hombres y mujeres que no sintonizaban con sus postulados políticos (muchos de ellos de la misma izquierda)? No negamos, en absoluto, los crímenes de las FF.AA., pero es justo reconocer que estas impidieron el avance del horror. Lo dicho, lo sé, no gustará a muchos, pero ya es tiempo de poner en orden las cosas y juzgar judicialmente y socialmente a los responsables de esa masacre, a los que la propiciaron y a los que no supieron defender a quienes tenían que defender. Y, obviamente, también dejarnos de idioteces, como pedir respeto social a los senderistas que están por salir de la cárcel, o sea, respeto para aquellos que se dedicaron a violar los derechos humanos.

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