martes, septiembre 12, 2017

revolución desde la comodidad

Anoche, las redes dieron cuenta de los movimientos de Maritza Garrido Lecca.
No voy a criticar su liberación, porque en realidad no hay nada que objetar. MGL cumplió su condena de un cuarto de siglo. Como toda persona, tiene derecho a rehacer su vida, pero tendrá que enfrentar la condena social: nunca se arrepintió, ni pidió perdón por las miles de muertes ocasionadas por Sendero Luminoso, grupo terrorista al que perteneció.
Mientras algunos atarantados de la zurda equiparan la violencia de Sendero con la que llevó a cabo las FF. AA, porque esa es la táctica de estos zánganos del pensamiento y esclavos de la pose de la superioridad moral, sugiero, en vistas de una profilaxis neuronal y moral, averiguar más qué papel desempeñaban MGL y otros al cuidado del sanguinario Abimael Guzmán.
Pasan los años y cuesta creer el olvido y la falta de crítica en la nueva generación de peruanos: no saben quién fue García, tampoco Fujimori, mucho menos quién fue Guzmán. Los más informados, aquellos con los que nos topamos en marchas y vemos participativos en las redes —opinando como buenos, seguros de sus estupideces avaladas por los likes— no son más que rebaño de una academia conformada por senderistas de cantina, mujeres y hombres que en lugar de forjar un espíritu crítico en libertad, cometen la bajeza de direccionar esa formación.
Me pregunto, ¿han leído El megajuicio de Sendero? En este libro, escrito por un hombre de esta casa sangrienta, Óscar Ramírez Durand, se detalla lo que era Guzmán: su nula consecuencia con la revolución, preso de una egolatría alimentada por las ganas de poder. Por ello, el también conocido Feliciano, advierte que Guzmán nunca salió de Lima en los años de fuego cruzado, viviendo en acomodados distritos, bebiendo y morfando, dirigiendo la “lucha” desde la comodidad de un sillón. En cambio, la soldadesca de muchachos engañados, la pasaba putas en la sierra y la selva, mal alimentados, infestados de piojos, creyendo que el líder, el Presidente Gonzalo, también se encontraba en la misma situación que ellos en otro pueblo del interior del Perú. Guzmán siempre vivió en Lima, su revolución era otra y jamás recibió las críticas de quienes estaban con él, cuidándolo y protegiéndolo, rol que cumplió MGL, para más señas. 
Libros como los de Feliciano deben ser de lectura obligada en colegios y universidades, gozar de ediciones populares, estar en todas las bibliotecas privadas y estatales del país.

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