revolución desde la comodidad
Anoche, las redes dieron cuenta de los
movimientos de Maritza Garrido Lecca.
No voy a criticar su liberación, porque
en realidad no hay nada que objetar. MGL cumplió su condena de un cuarto de
siglo. Como toda persona, tiene derecho a rehacer su vida, pero tendrá que
enfrentar la condena social: nunca se arrepintió, ni pidió perdón por las miles
de muertes ocasionadas por Sendero Luminoso, grupo terrorista al que perteneció.
Mientras algunos atarantados de la zurda
equiparan la violencia de Sendero con la que llevó a cabo las FF. AA, porque
esa es la táctica de estos zánganos del pensamiento y esclavos de la pose de la
superioridad moral, sugiero, en vistas de una profilaxis neuronal y moral,
averiguar más qué papel desempeñaban MGL y otros al cuidado del sanguinario
Abimael Guzmán.
Pasan los años y cuesta creer el olvido
y la falta de crítica en la nueva generación de peruanos: no saben quién fue
García, tampoco Fujimori, mucho menos quién fue Guzmán. Los más informados,
aquellos con los que nos topamos en marchas y vemos participativos en las redes
—opinando como buenos, seguros de sus estupideces avaladas por los likes— no son
más que rebaño de una academia conformada por senderistas de cantina, mujeres y
hombres que en lugar de forjar un espíritu crítico en libertad, cometen la
bajeza de direccionar esa formación.
Me pregunto, ¿han leído El megajuicio de Sendero? En este libro,
escrito por un hombre de esta casa sangrienta, Óscar Ramírez Durand, se detalla
lo que era Guzmán: su nula consecuencia con la revolución, preso de una
egolatría alimentada por las ganas de poder. Por ello, el también conocido Feliciano,
advierte que Guzmán nunca salió de Lima en los años de fuego cruzado, viviendo
en acomodados distritos, bebiendo y morfando, dirigiendo la “lucha”
desde la comodidad de un sillón. En cambio, la soldadesca de muchachos
engañados, la pasaba putas en la sierra y la selva, mal alimentados,
infestados de piojos, creyendo que el líder, el Presidente Gonzalo, también se
encontraba en la misma situación que ellos en otro pueblo del interior del
Perú. Guzmán siempre vivió en Lima, su revolución era otra y jamás recibió las
críticas de quienes estaban con él, cuidándolo y protegiéndolo, rol que cumplió
MGL, para más señas.
Libros como los de Feliciano deben ser
de lectura obligada en colegios y universidades, gozar de ediciones populares,
estar en todas las bibliotecas privadas y estatales del país.
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