sencillez
En la madrugada, mientras ordenaba
muchas películas, encontré una que no veía desde hace un tiempo. Decidí verla
otra vez y, ahora, sé que fue la decisión correcta. La película: Rififi (1955) de Jules Dassin.
La película se erige a la fecha como una
de las obras maestras del cine negro, pero también habría que ser más justos, no
solo verla como inscrita en el género, sino también como un título atendible en
la tradición del cine francés de la segunda mitad del siglo XX.
Tony le Stéphanois quiere rehacer su
vida tras cinco años de reclusión, pero ese anhelo se ve interrumpido cuando se
entera de que su exmujer es ahora la mujer de un gángster. Enterarse de aquello
lo lleva a aceptar la propuesta de sus excompinches: robar la caja fuerte de
una de las joyerías más prestigiosas de París. Stephanois y su equipo arman un
detallado plan, pero tanta perfección, ni en teoría ni práctica, no siempre te
garantiza un buen final.
Imposible no forjar una lectura paralela
a medida que se ve la película, una lectura que nos hace pensar en la carencia
de un cine negro nacional. Bien sabemos que nuestra historia social ha sido, y
viendo siendo, rica en insumos para esta clase de proyectos, veamos algunas
maravillas: inseguridad ciudadana, sicariato a escoger y endebles fuerzas del
orden y políticas. Por ello, la pregunta se impone sola: ¿por qué esta realidad
no interesa a los creadores, en este caso a las mujeres y los hombres de cine
en Perú? Las respuestas pueden ser variadas, pero el dinero, en ninguna de
ellas se presenta como la razón, porque una película en la onda directa e
indirecta de Rififi no sería tan cara,
no demandaría como sí la inversión de la que somos testigos en la basura del
cine comercial peruano.
Me extraña la ausencia de esta tradición
(aunque sea cinco películas que dialoguen con ella), lo que me significa una
pena: las novelas y el cine de género permiten conocer el corazón y el alma de
una sociedad. Ese es el legado de las novelas de folletín del XIX, entre otras
señas.
Luego de ver esa gran película de
Dassin, pensé en una peruana que, en cierto sentido, dialoga con el cine negro.
Su título: Muero por Muriel (2007) de
Augusto Cabada. Este trabajo, variación de la novela Muerte en la Calle de los Inocentes de Lalo Mercado, pudo tener
mejor suerte, pero fracasó antes de estrenarse. Quienes vimos la película no
solo la recordamos por Andrea Montenegro y Ricky Tosso, sino también por la
dejadez testimoniada en la pésima calidad de imagen. Defectos de lado y méritos
por delante: fue un buen debut de Cabada, en sencillez contaba una historia
lineal, por momentos risueña pero ante todo inteligente en su tratamiento, más
aún en temas pueriles, pero no por ello menos atendibles.
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