domingo, noviembre 26, 2017

mirar

Domingo de generoso sol, de verano, al que tendré que acostumbrarme hasta marzo/abril del próximo año. Por cierto, no detesto el sol, solo el daño que me hace, pero igual, me doy la suficiente maña para hacer mis cosas, en especial cuando tienes que salir en horas que no sueles salir.
Desde hace algunas semanas tengo en espera un artículo sobre el LUM, lo escribí para un medio colombiano que aún no puede publicar el texto por el simple hecho de que no hay imágenes que lo acompañen. Bien pude solucionar la demora con la ayuda de una amiga fotógrafa, pero me he dado cuenta de que ya no tengo amigas fotógrafas, o en todo caso, alguien cercano que se dedique a la fotografía. Entonces, ese vacío lo tendré que solucionar yo. Al respecto, algunas personas aseguran que tengo cierto talento para la fotografía, detalle que no asumo como tal porque confunden fotografía con mirada, pero el solo hecho de pensar en ello, en la mirada, me recuerda a lo que decía el histórico y desaparecido fotógrafo Carlos “El chino” Domínguez sobre la nueva hornada de fotógrafos peruanos, a los que veía emperifollados por las calles, armados en exceso en las comisiones, mostrando al mundo entero su condición de fotógrafos.
Ese es pues mi plan para el día de hoy, en que terminaré la lectura de dos libros, novela y ensayo sobre rock, respectivamente. Sin embargo, la tentación impone su silueta futbolera, el Alianza – Muni, encuentro que, de ganar, pondrá en la punta a los blanquiazules.
Como sabe el lector del blog, soy hincha de Alianza Lima, sigo los partidos del equipo, pero tampoco soy hincha rabioso e irracional, aunque más en más de una campaña me he convertido en un peligro social a causa de la poca entrega y manifestación de poca inteligencia de sus jugadores, dignas muestras del aliancismo que nos han impedido campeonar en los últimos diez años. 
Es que eso es ser aliancista, ser parte de una confrontación, no quedar fuera de la nervadura del nudo tensado con lo mejor y peor de la idiosincrasia peruana, ese cable a tierra que te excluye de la ahuevada dimensión de superioridad de hincha de equipo ganador, es decir, hablamos de una pasión que se justifica precisamente en la esencia de la emoción, el amor y odio en franca confluencia, no en base a los resultados, como los huevas de la amarga alegría crema y los celestes que vemos por ahí.

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