mirar
Domingo de generoso sol, de verano, al
que tendré que acostumbrarme hasta marzo/abril del próximo año. Por cierto, no
detesto el sol, solo el daño que me hace, pero igual, me doy la suficiente maña
para hacer mis cosas, en especial cuando tienes que salir en horas que no
sueles salir.
Desde hace algunas semanas tengo en
espera un artículo sobre el LUM, lo escribí para un medio colombiano que aún no
puede publicar el texto por el simple hecho de que no hay imágenes que lo
acompañen. Bien pude solucionar la demora con la ayuda de una amiga fotógrafa,
pero me he dado cuenta de que ya no tengo amigas fotógrafas, o en todo caso,
alguien cercano que se dedique a la fotografía. Entonces, ese vacío lo tendré
que solucionar yo. Al respecto, algunas personas aseguran que tengo cierto
talento para la fotografía, detalle que no asumo como tal porque confunden
fotografía con mirada, pero el solo hecho de pensar en ello, en la mirada, me
recuerda a lo que decía el histórico y desaparecido fotógrafo Carlos “El chino”
Domínguez sobre la nueva hornada de fotógrafos peruanos, a los que veía
emperifollados por las calles, armados en exceso en las comisiones, mostrando
al mundo entero su condición de fotógrafos.
Ese es pues mi plan para el día de hoy,
en que terminaré la lectura de dos libros, novela y ensayo sobre rock,
respectivamente. Sin embargo, la tentación impone su silueta futbolera, el
Alianza – Muni, encuentro que, de ganar, pondrá en la punta a los
blanquiazules.
Como sabe el lector del blog, soy hincha
de Alianza Lima, sigo los partidos del equipo, pero tampoco soy hincha rabioso e
irracional, aunque más en más de una campaña me he convertido en un peligro
social a causa de la poca entrega y manifestación de poca inteligencia de sus
jugadores, dignas muestras del aliancismo
que nos han impedido campeonar en los últimos diez años.
Es que eso es ser aliancista, ser parte
de una confrontación, no quedar fuera de la nervadura del nudo tensado con lo
mejor y peor de la idiosincrasia peruana, ese cable a tierra que te excluye de
la ahuevada dimensión de superioridad de hincha de equipo ganador, es decir, hablamos
de una pasión que se justifica precisamente en la esencia de la emoción, el
amor y odio en franca confluencia, no en base a los resultados, como los huevas
de la amarga alegría crema y los celestes que vemos por ahí.
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