premio nacional de literatura 2017
El pasado viernes 17 se dieron a conocer
los nombres de los autores que obtuvieron el Premio Nacional de Literatura
2017.
Desde aquí, hago público lo que hice en
privado: felicitar a Susanne Noltenius y Miguel Ildefonso, que ganaron en las
categorías Cuento y Poesía, con Tres
mujeres y El hombre elefante y otros
poemas, respectivamente. Como no conozco al ganador de Literatura Infantil/Juvenil,
Gerónimo Chuquicaña, solo me limito al saludo público a cuenta de Taca-Taca.
*
Estamos ante un premio que pretende
erigirse como uno de los más representativos del país, que tiene una ligera
ventaja si lo comparamos con los otros galardones literarios del medio, sea el
Copé, el de la Asociación Peruano Japonesa y el BCR de Novela, entre los más
conocidos: el carácter público de las obras presentadas.
Es decir, esta vez no nos vamos a topar
con sorpresas bajo la mesa ni deliberaciones caprichosas que justifiquen una
premiación. Lo mismo que leen los jurados de sendas categorías también es
escrutado por el lector atento de la producción literaria peruana en el periodo
comprendido entre 2015 y 2016. Por ese solo motivo, guardaba cierta esperanza
de no ver los horrores cometidos en los otros premios literarios, y de algún modo se cumple esa esperanza a cuenta de las obras premiadas de los dos ganadores a quienes conozco.
*
Sin embargo, haríamos bien en fijarnos
en los títulos finalistas en cada categoría, en Cuento: Relámpago inmóvil de Pedro Ugarte Valdivia, Las visitaciones de Pedro Llosa y El arte verdadero y otros cuentos de Jorge Ninapayta; en Poesía: Victoriosos vencidos de Antonio
Cillóniz, Se vende poesía de Jorge
Díaz Untiveros y Simio meditando (ante
una lata oxidada de aceite de oliva) de Mario Montalbetti; y en Literatura
Infantil/Juvenil: La venganza de los
dioses moches de Luis Nieto Degregori, Cholito
y el oro de la selva de Óscar Colchado y El barco de San Martín de Juan Manuel Chávez.
Cada quien es libre de expresar su
conformidad o desacuerdo con las obras ganadoras. Y más allá del señalado
respeto por la obra de Noltenius y la trayectoria de Ildefonso, manifiesto mi
extrañeza por el destino que tuvieron los libros de Ninapayta y Montalbetti. El
primero, un narrador que debimos leer más, y cuyo cuentario en competencia
conoció saludos unánimes de la crítica y el reconocimiento de buenos lectores; el
segundo, un poeta que viene ejerciendo (involuntariamente) lo que ningún poeta
peruano a la fecha: magisterio entre las nuevas voces poéticas iberoamericanas.
Ahora, imposible no levantar la ceja izquierda cuando vemos en la categoría
Infantil/Juvenil a plumas como Nieto y Colchado, este último uno de
nuestros narradores más importantes en actividad, que es también un clásico en
la literatura infantil/juvenil peruana.
Entonces, he aquí la tara que este
premio comparte con otros del medio, que nuevamente ha hecho de las suyas: el
jurado.
*
Más allá de algunos nombres de radiación
canónica y ubicable, como Carlos Germán Belli y Carmen Ollé, y en menor medida
Marcela Robles y Rosina Valcárcel, uno no acierta en la frecuencia de los demás.
Se entiende, porque sucede en otras latitudes, que cualquier integrante de un jurado de un Premio Nacional tiene que ser alguien sintonizado y justificado más allá de los
microcosmos de la academia. Y si el anhelo fue contar con académicos, pues tuvo que convocarse a lo mejor de lo mejor de la misma, con hombres y mujeres reconocidos más allá de su parcela de acción, que hay.
A saber, los jurados que integran las
categorías de los premios Copé gozan de una mayor legitimidad por parte de los
lectores (sus desaciertos son capítulos de otra historia). Y eso es lo que esperábamos para esta primera edición del Premio
Nacional de Literatura. Claro, se podrá argumentar que se buscó descentralizar
la elección de los miembros del jurado, pero ese criterio no es más que un saludo para la
platea, una pirueta al paso que refuerza la demagogia, que en esta ocasión nos
presenta una triste realidad, su gracia: la razonable sospecha de una payasada
programada.
*
Por ello, este premio patrocinado por el
Ministerio de Cultura debe cumplir un requisito ético que no está cumpliendo a
la fecha, y si en caso es así, pues debe mejorar su clamoroso problema de
comunicación. Lo mínimo que podemos esperar es la publicación de la lista de
todos los autores participantes, del mismo modo la lista de títulos alcanzados
a los miembros de los jurados (es obvio que no leyeron la totalidad de
libros enviados, cosa que nos daría una idea de cómo se manejó la clasificación
de libros) en aras de la transparencia, que tendrá beneficiados directos, de
menor a mayor: el Ministerio de Cultura, los ganadores y, especialmente, los
lectores.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal