azul y blanco
Desperté algo tarde para lo que es mi
costumbre. De la refrigeradora saqué una Inca Kola y llamé al Marino, quizá uno
de los mejores restaurantes de comida marina de la ciudad. Pedí lo de siempre:
arroz con mariscos y ceviche mixto.
Mientras esperaba, busqué en Spotify el Apostrophe de Frank Zappa. Este álbum se
ajustaba mejor a lo que esperaba para este día de sol, pero me refiero a uno
distinto, el sol de este domingo fue el anuncio de la inminente festividad de
las próximas horas.
Así es, como ya intuye el lector del
blog, de los que gustan de él como aquellos muchos que no, este blogger es un
acérrimo hincha de Alianza Lima, club en el que brillaron Teófilo Cubillas,
Hugo El Cholo Sotil, Jaime Duarte, José Velásquez, César Cueto, Víctor Pitín
Zegarra y en el que se formó Paolo Guerrero. Solo un muestrario al vuelo de nombres
que nos brindan una idea de la grandeza de este club, que es tal no por sus
títulos conseguidos. Las pasiones no se sustentan en logros, muchachón, sino
precisamente en esos arranques emocionales que, entre otras características, te
hacen vivir al límite cada partido.
El éxito de la campaña aliancista de
2017 se debe a su entrenador Pablo Bengoechea. A muchos no les cuadró la
contratación del uruguayo, lo recuerdo muy bien, pero esa resistencia yacía en
un prejuicio que lo asociaba a la gestión de Manuel Burga en la FPF. Lo cierto
es que Bengoechea, aparte de haber sido la manija de las selecciones uruguayas
durante muchos años e ídolo indiscutible de Peñarol, es uno de los mejores
lectores que tiene el fútbol sudamericano hoy en día. La lectura que hizo de su
plantel, como de los partidos disputados en el presente campeonato, es lo que
ha posibilitado que Alianza Lima consiga el título esta tarde. Bengoechea
aniquiló el aliancismo, puso en modo avión lo peor de su tradición y conformó
un esquema resultadista que se adecuaba a la necesidad inmediata del club:
conseguir el título de campeón nacional tras once años.
La alegría blanquiazul no se puede
comparar con la de los hinchas de otros clubes. Al respecto, me imagino las
amargas celebraciones de la fanática crema, del mismo modo el impostado placer
celeste. No, pues. Imposible, Alianza Lima celebra, eso: celebra. Cuando
Alianza Lima es, el Perú es.
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