silencio
Ya lo he dicho más de una vez, las redes
sociales son como bares, que como tales, albergan a las mentes más maravillosas
del lugar común, a los dueños del pensamiento inmediato. No es para menos,
quien no manifieste su punto de vista sobre la sucesos que marcan tendencia,
queda relegado de la platea, conformándose con escuchar a los demás mientras
picas las canchitas que quedan en el pote. En este sentido, ningún tópico se
salva, todos son “comentables”, mientras más sonados, mejor para el emisor de
ocasión.
Ante la tragedia ocurrida con Eyvi
Ágreda, solo queda el silencio y luchar por una condena justa para el miserable
que la quemó en un bus de transporte público.
Pero silencio es lo que menos podemos
esperar de mujeres y hombres en este país de fierro, catre y botella.
Prácticamente todos comentan el caso, la queja resulta ser el pretexto para
llevar de contrabando la agenda política, el discurso ideológico, o simplemente
el mero hecho de aparecer.
Que la sociedad peruana trata mal a sus
mujeres, vaya qué novedad. Que estamos en un patriarcado y que la justicia
protege a los agresores e incentiva el feminicidio, ya es moneda corriente.
Cada día estoy convencido de que este
maltrato sistemático se reducirá cuando se sepa honrar en las cosas pequeñas
los grandes discursos. Eso es lo que veo, a puro huevonazo/huevonaza que
pregona defender a la Mujer siempre y cuando haya aforo, pero que se
desentienden cuando los agresores son aliados, amigos o amigos del enemigo.
Esto en cuanto a quienes se autodenominan la reserva moral e intelectual del
país.
Ha sido en los sectores que carecen de
una formación letrada en donde he podido ver una postura crítica y real con lo
sucedido con Ágreda. La condena y también el silencio.
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