lunes peculiar
No lo vamos a negar: divierten las especulaciones
sobre la extensión de la suspensión a Paolo Guerrero. Cada quien, desde su
trinchera, hace suyo su derecho a la sentencia futbolera. Por un lado, quienes
justifican la suspensión, subrayando la falta de profesionalismo de Guerrero,
con mayor razón siendo un atleta de alta competencia. Por otro, el miedo que
suscita su ausencia: el arribo de Claudio Pizarro. Entre ambos bandos: las
declaraciones de Doña Peta en la mañana, quien aseveró que detrás de esta
situación difícil para su retoño hay una conspiración para colocar en la lista
de 23 al aún delantero del Colonia.
A medida que pasan las horas, la razón
exige acto de presencia en este carnaval de impresiones. Entonces, uno se
informa sin informarse, y al igual que miles, leo la reglamentación de la FIFA,
que indica a las selecciones participantes que pueden presentar una lista
previa de hasta 35 jugadores, partiendo de ella se escogerá a los que irán a
Rusia. Si hay un convocado más, será a cuenta de algún lesionado, solo en esa situación.
No sirve la suspensión para esto, lo que nos señala que ni Pizarro, ni Benavente,
podrán ser parte de la próxima gesta deportiva, menos Lapadula, tal y como piden
algunos subnormales en las redes sociales.
Mientras tanto, al momento que bebo una
botella helada de Aloe, pienso en la valentía de Doña Peta, quien no tiene cómo
probar la supuesta mano negra que pretende perjudicar a su hijo, pero lo que dice
no deja de sintonizar con una facción de la poblacional peruana, segura de la
presencia de una mafia en la FPF, patentizada por el sinuoso Oviedo y las relaciones
de poder de los Pizarro, que, entre otras perlas, en 2007 pretendieron poner al
menor de la familia en la selección de los Jotitas que participó en el Mundial
Sub 17 de Corea del Sur. Oré no se prestó a esa jugada. Bueno, tampoco había
que pensarlo mucho, Diego Pizarro era malazo.
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