pericotear
El barrio de Santa Beatriz es una fiesta
tras el triunfo de la selección peruana en su partido de despedida ante el
joven combinado escocés. Las celebraciones son entendibles, pero en ciertos
espacios la algarabía se hace más presente, a saber, los edificios y casas
colindantes al Circuito mágico del agua.
No se jugó como algunos esperaban, sin
esa contundencia que exigen algunos hinchas nacionales que se están
acostumbrando a ganar. Pero antes que victorias, lo que más gustó fue la
cohesión del equipo, el entendimiento que en especial vemos en el mediocampo,
que en más de un pasaje nos regaló más de un pase de memoria, como las jugadas
brindadas por Cueva y Farfán.
El equipo funciona porque su estructura
de juego no tiene secretos, menos dependencia de jugador alguno. En este
andamiaje hallamos la esencia del fútbol peruano: el pericoteo. A algunos
seduce, a otros (entre los que me incluyo) no. El balón al ras es ya tradición
en las selecciones peruanas, lo hemos visto (y leído) en sus mejores momentos,
también en los años oscuros. Gareca no se ha hecho problemas con esta cualidad
innata del jugador peruano.
No sé cómo le irá a Perú en Rusia.
Cualquiera sea su desempeño, nos queda la tranquilidad de ver un equipo
solidario, que ha sabido hacerse fuerte en sus recursos, sin temores ni
complejos ante los embates conceptuales del llamado fútbol moderno. Me alegra
porque el entrenador ha sabido respetar una tradición y a la vez fortalecerla.
Pero lo más importante: ha cuidado el grupo humano a su disposición. Es fiel su ley y él mejor que nadie sabe que no
deben repetirse los errores de antaño. Lo digo en referencia a los preclaros
huevas tristes que pueblan las redes sociales, esclavos del comentario
inmediato y signados por la arrogancia. Los que pedían a Lapadula y Pizarro
están callados, seguramente pensando en el contradiscurso que les permita
explicar el desatino cuando lo más fácil es deletear.
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal