domingo, noviembre 10, 2019

«carta al teniente shogún»


Una de las publicaciones peruanas que quería leer y leí hace un mes (cuánto tiempo ha pasado): Carta al teniente Shogún (Debate, 2019) de Lurgio Gavilán.
Desde hace un tiempo vengo señalando que, al menos este año, la producción libresca local viene mostrando una media de calidad relativamente estimable. De lejos, este 2019 es muy superior a temporadas editoriales pasadas. Esta última entrega de Gavilán confirmaría la impresión, pero ahora hablamos de las parcelas de la no ficción, y en este caso que nos cita, la que se relaciona con la memoria.
Gavilán se hizo conocido por Memorias de un soldado desconocido (2012), publicación a la fecha icónica, no solo como documento sobre los años de la llamada violencia política, sino también como muestra de las grandes posibilidades de la literatura testimonial. En este libro, el autor nos contó su paso por las huestes terroristas, el ejército peruano y la Iglesia. Bajo todo punto de vista, Gavilán es un personaje excepcional.
En su último libro, Gavilán vuelve a transitar por los caminos de la autobiografía. En estas páginas nos habla del teniente que lo rescató de la trampa senderista, pero aquí aplica un registro rico en posibilidades pero a la vez peligros en la administración de sus alcances expresivos: la epístola, como aliento, no como forma.
Hablamos de narrativa del yo. Pero de un «yo» de verdad, sin melindro discursivo y lejano de efectismo ramplón como lamentablemente exhiben (por confusión e ignorancia) algunos autores de esta aldea.
Gavilán nos lleva a sus orígenes. Escribir de estos lo motiva a brindarnos una radiografía ontológica del militar que lo rescató. Para ello, se vale de las armas de la especulación, porque más allá del hecho que significa Shogún para Gavilán, este último no llegó a conocerlo del todo. La prosa es tersa y diáfana, no libre de cierto barniz lírico, que siempre se agradece. Sin embargo, nuestro autor tropieza en las peligrosas aguas del impresionismo, convirtiendo, por momentos, su relato en un insoportable reguero sentimental (que no es igual a sensibilidad), que nos revela una ingenuidad que no podemos justificar en un autor maduro. Gavilán debió aprovechar otras licencias del registro, como la reflexión. 
Más allá de este reparo, CTSH es un documento necesario, una inmersión en la barbarie que a Gavilán le tocó vivir.

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