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En la madrugada, cuando me disponía a
meterme al sobre, se me ocurrió hacer zapping, como quien huevea y pasa el
rato. Las últimas dos horas las había consagrado a una involuntaria maratón de
Ophuls, al que volví gracias a la adaptación de Cartas de una desconocida, la deliciosa novelita de Zweig, que
dicho sea, fue el primer suyo que leí.
Cerca de las seis de la mañana, me metí
al sobre. Solo pude dormir hasta las diez. El aroma de los panes calientes
llegaba hasta mi habitación. Acompañé a mis padres a tomar desayuno. Conversé
con ellos, recobrando una actividad que no la teníamos los domingos, porque los
domingos las pasaba en otro lugar al que ya no volveré más. Mientras
hablábamos, el perro hacía de las suyas con las zapatillas y zapatos que sacaba
de mi cuarto. Mis padres, en las próximas horas, se irían al cementerio, en
Lurín, a visitar a mi abuelita. Por mi parte, me quedaría en casa y completar
los cinco textos que todavía no termino. Uno de ellos es el recuento, que ya lo
vi, el cual me va salir más largo de lo que pensaba. No creo que se publique
antes de fin de año. En el mejor de los casos, la primera semana de enero.
Mis padres se alistaron para ir al
cementerio. En cuanto a mí, me preparé más café y salí a comprar los diarios.
En el trayecto al quiosco, compré una cajetilla más de Pall Mall rojo y también
agua mineral.
De regreso en casa, pensé en si era
dable o no escribir el recuento literario. Hay muchos recuentos que estoy
viendo últimamente, cada cual más antojadizo que el otro, aunque debo reconocer
que el de González Vigil es uno de los más generosos. A no pocos les jode la generosidad del tío, porque
se asumen sus recuentos como si fueran fáciles de hacer, como si quisiera
quedar bien con todo el mundo.
No todas las personas tienen que ser
iguales. En lo personal, jamás intentaría quedar bien con todo el mundo. Esa
vena no va conmigo. Sin embargo, no hay que olvidar que muchos de los que se
quejan de González Vigil también se han visto beneficiados en sus recuentos,
principalmente en sus inicios, épocas en las que pocas puntas de la prensa
cultural apostaban por ellos. Eso es lo que no me gusta, tachar de arranque al
que puso tu nombre en órbita, reflejando de esta manera una pequeñez del alma,
tan cara en los ególatras.
Onur salta hacia mí, con su lengua
colgante me dice sin decir que necesita que llene su tazón de agua. Dejo los
diarios sobre la mesa y atiendo al cachorrito. A medida que bebe, soy presa de
una revelación, seguramente hija de la carencia de mezquindad, ajeno a los
sentimientos menores. Me siento agradecido.
1 Comentarios:
MEJOR NOVELA (y mejor libro del año, en general): "NUEVOS JUGUETES DE LA GUERRA FRÍA" (Juan Manuel Robles). PEOR NOVELA: "EL DILUVIO DE ROSAURA ALBINA" (Luis Fernando Cueto).
MEJOR LIBRO DE CUENTOS: "EL ARTE VERDADERO Y OTROS CUENTOS" (Jorge Ninapayta, póstumo). PEOR LIBRO DE CUENTOS (y peor libro del año, en general): "ORIENTACIÓN VOCACIONAL" (Pierre Castro).
MEJOR POEMARIO: "LA MÁQUINA DE MATAR FASCISTAS" (Fernando Pomareda).
PEOR POEMARIO: "ANTIMATERIA: GRAN ACELERADOR DE POEMAS" (Tilsa Otta).
MEJOR PORTADA: "LIBRO DE LA ENFERMEDAD" (Mateo Díaz Choza). PEOR PORTADA: "O" (Octavio Mermao) (Ambas ediciones a cargo de Paracaídas Editores).
OTROS BUENOS LIBROS DE 2015: "PEQUEÑA NOVELA CON CENIZAS" (José Carlos Yrigoyen), "LA DISTANCIA QUE NOS SEPARA" (Renato Cisneros), "SIETE PASEOS POR LA NIEBLA" (Yeniva Fernández), "MITAD MONJES, MITAD SOLDADOS" (Pedro Salinas / Paola Ugaz).
OTROS LIBROS PARA LA VERGÜENZA: "EL OCTAVO ENSAYO" (Aldo Mariátegui),"PATRIMONIO y los cuentos ganadores del Premio Copé 2014" (Varios autores), "EL CHORRI: EL ÚLTIMO HÉROE DEL FÚTBOL PERUANO" (Roberto Palacios), "LA PASAJERA" (Alonso Cueto).
EL ACONTECIMIENTO DEL AÑO: "HAY FESTIVAL" (Arequipa, 5-8 de diciembre). LA NOTA NEGRA: El cierre de la Biblioteca Nacional por un mes y medio para un evento que duró 6 días.
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