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En un día como hoy, pienso en estas mujeres.
No necesito esperar el Día Internacional
de la Mujer para saber lo bendecido que me siento por conocerlas.
Estas mujeres son
otra cosa, como para sacarse el sombrero y admirarlas, durante todos los días.
Admiro a estas mujeres porque han
sabido decidir sobre sus vidas. Nunca han pensado, ni por asomo, en hipotecarse
a lo que les manda la sociedad, ese mandato que desde la adolescencia las
encorseta en los llamados de lo que se supone debe ser una mujer.
Pero estas
mujeres jamás hicieron caso a los llamados de lo que se supone debe ser una
mujer. No. Viven su vida a su manera, disfrutando de sus plenitudes y
afrontando las consecuencias de sus decisiones. No se hacen paltas, piensan en
sí mismas y de esa misma manera en quienes son importantes para ellas.
Salí un toque en la tarde a la librería
Sur para ver algunos libros. Habré estado una hora. Era de noche y debía
regresar a casa. Pero no, no regresé a casa, sino al centro. Necesitaba ver a estas mujeres que no se dejan ganar por
la vida. Estas mujeres que trabajan
en plena calle, enfrentando los peligros no solo de la noche, sino también de
aquellos que las consideran menos y que pretenden abusar de su condición
precisamente de mujeres.
Bajo del Metropolitano en la estación
España. Prendo un cigarro, fácil el primero en seis horas, y camino hacia el
colegio Guadalupe, en donde se ubican estas
mujeres que a altas horas de la noche trabajan desafiando los peligros formales
e informales, muchas de ellas con sus hijos, ya sea vendiendo golosinas,
celulares, ropa y, obviamente, libros. A una de ellas le preguntó hasta qué
hora se quedan. Muy suelta de nervios me dice que hasta las dos de la
madrugada. Varias de ellas son madres solteras y van a trabajar en compañía de
sus hijos, y tienen que trabajar más en estos días signados por el ajetreo del
inicio de las clases escolares. No necesito preguntarles, es tácito, esa es la
razón por la que se quedan hasta tarde trabajando en el frontis del colegio
Guadalupe.
Compro un par de libros, también una
bolsa de chifle, a la que pido que le echen más sal, también una botella de
agua mineral. Pienso en cruzar la pista y tomar un taxi a casa, pero no,
prefiero quedarme un rato más, hacer de seguridad de estas mujeres que sí necesitan seguridad mientras trabajan, aunque
ellas me dicen que no es necesario, ya que ellas saben cómo cuidarse.
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