martes, marzo 08, 2016

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En un día como hoy, pienso en estas mujeres.
No necesito esperar el Día Internacional de la Mujer para saber lo bendecido que me siento por conocerlas.
Estas mujeres son otra cosa, como para sacarse el sombrero y admirarlas, durante todos los días. Admiro a estas mujeres porque han sabido decidir sobre sus vidas. Nunca han pensado, ni por asomo, en hipotecarse a lo que les manda la sociedad, ese mandato que desde la adolescencia las encorseta en los llamados de lo que se supone debe ser una mujer.
Pero estas mujeres jamás hicieron caso a los llamados de lo que se supone debe ser una mujer. No. Viven su vida a su manera, disfrutando de sus plenitudes y afrontando las consecuencias de sus decisiones. No se hacen paltas, piensan en sí mismas y de esa misma manera en quienes son importantes para ellas.
Salí un toque en la tarde a la librería Sur para ver algunos libros. Habré estado una hora. Era de noche y debía regresar a casa. Pero no, no regresé a casa, sino al centro. Necesitaba ver a estas mujeres que no se dejan ganar por la vida. Estas mujeres que trabajan en plena calle, enfrentando los peligros no solo de la noche, sino también de aquellos que las consideran menos y que pretenden abusar de su condición precisamente de mujeres.
Bajo del Metropolitano en la estación España. Prendo un cigarro, fácil el primero en seis horas, y camino hacia el colegio Guadalupe, en donde se ubican estas mujeres que a altas horas de la noche trabajan desafiando los peligros formales e informales, muchas de ellas con sus hijos, ya sea vendiendo golosinas, celulares, ropa y, obviamente, libros. A una de ellas le preguntó hasta qué hora se quedan. Muy suelta de nervios me dice que hasta las dos de la madrugada. Varias de ellas son madres solteras y van a trabajar en compañía de sus hijos, y tienen que trabajar más en estos días signados por el ajetreo del inicio de las clases escolares. No necesito preguntarles, es tácito, esa es la razón por la que se quedan hasta tarde trabajando en el frontis del colegio Guadalupe. 
Compro un par de libros, también una bolsa de chifle, a la que pido que le echen más sal, también una botella de agua mineral. Pienso en cruzar la pista y tomar un taxi a casa, pero no, prefiero quedarme un rato más, hacer de seguridad de estas mujeres que sí necesitan seguridad mientras trabajan, aunque ellas me dicen que no es necesario, ya que ellas saben cómo cuidarse.

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