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Después de algunos días desconectado y
felizmente alejado de los inevitables trabajos, regreso este martes, día de (mismo)
sol radiante y tibio.
La pasé leyendo algunos libros de
ensayo, cuyos tópicos imagino que me ayudarán en la investigación que estoy
haciendo para un ensayo que me está saliendo más largo de lo que pensaba.
Siempre hago lo mismo cada vez que me encuentro escribiendo un ensayo, largos
como este, es decir, voy a la busca de fuentes que refuten lo que pienso decir,
no para acomodar mi versión, como no pocos hacen, sino para reforzarla como
argumento, de paso, también me sirven de acicate al estilo, que en mi caso, va
unido a mi estado de ánimo.
Pero este martes de sol generoso, se me
anuncia algo adrenalínico. Abro los archivos que debo acabar y mis dedos se
desplazan por el teclado como si recorrieran una piel tersa o una pista de
ballet sobre hielo. El apuro es atendible, porque mi deseo es ver la semifinal
de la Champions sin nada más que hacer durante una hora o el tiempo que dure el
Real Madrid con el City. Antes, me dispongo a almorzar. Han hecho pescado al
horno, con vegetales y papas cocidas.
Buenazo.
Luego de almorzar, me dispongo a
alistarme para ver el partido. Apago el celular, que últimamente viene sonando
más de lo acostumbrado. Luego del partido leeré la novela inédita de “Mr. Chela”,
Buenos criollos, aunque vengo
pensando en que también serviría el título El
arcoíris de la ebriedad. En fin, eso lo dejo para después. “Bolaño de Ñaña”,
“Cachetada nocturna”, “El caminante” y “Dante Kid” están muy entusiasmados con
ella, juran (y rejuran) que es lo más contundente desde la publicación de Bajo el volcán. Sé que los zepitas a
veces exageran, pero confío en su capacidad de lectura.
El partido no fue el que me esperaba,
pero todo indica que el Madrid llega a la final. Al rato, me pongo a buscar en
Youtube los goles de Johan Neeskens, principalmente los de su etapa en el
Barcelona. Jugadorazo, que desde hace unos días se encuentra en Perú,
recorriendo ciudades del interior capacitando a entrenadores de menores. La
prensa ha informado lo suficiente de él, pero me extraña que algunos jugadores
del 70, a excepción de Sotil, no digan nada del paso del colorado. Para muchos
de ellos, al menos es lo que sabemos de la boca de Miflin, fue Neeskens quien
imposibilitó la continuidad de Sotil con los azulgranas, pero ese silencio de
nuestros peloteros setenteros y ochenteros quizá se deba a esa broncaza con el
Cosmos, en un partido amistoso en el que corrió harta patada y no poco puñete,
broncaza iniciada por el holandés, que recibió un puñetón solapa de Cueto.
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