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Ocho de la mañana.
Pongo una película en la lectora de DVD.
Una película de la que no recuerdo mucho, solo sé que es la última película de
Alfred Hitchcock.
Family
Plot.
No es una obra maestra, hasta podría
decir que tiene más de un defecto narrativo, pero lo que nadie que me quitará
de la cabeza es que el inglés era una genuina máquina de narrar y aquí una
muestra más de esta certeza. Fácil una película como esta nos podría ayudar a
comprender el porqué de la crisis narrativa del cine actual, que ha descuidado
tanto el sentido de la narración, ese respeto que se debe tener por la fuerza
troncal del argumento, de esa trama que sucumbe a otra clase de interés que no
necesariamente son los cinematográficos.
Y claro, pienso en Hitchcock, ajá, un
director muy popular, al nivel, y en caso más, que los nombres actuales.
Termino la película y me preparo una
taza de café.
Cojo el celular y reviso mis mensajes de
texto, Inboxs y mails. No hay algo que llame mi atención, todo corre por su
cuenta, pero un Inbox de último momento, de esos inevitables, aparece en la
pantalla. Es un Inbox de “Mr. Chela”, que me comunica que varias editoriales se
han puesto en contacto con él por el revuelo que viene causando entre los
lectores su novela inédita. Tenía una inquietud, esta: si debía cambiar el
título original por el de El arcoíris de
la ebriedad. En lo personal, creo que es un error optar por ese título, le
dije. Y él también me dijo lo mismo, que los siete sellos le han pedido que no
haga cambie el título, que quede con el primer título, o sea, Buenos criollos.
Me despido de “Mr. Chela”.
Le pongo la correa a Onur y salimos a
comprar los diarios.
Antes de comprar los tres diarios de los
sábados, me detengo a ver las portadas de los otros diarios. Cada portada más
espantosa que la otra, ni hablar de la redacción que condimenta a cada portada.
Onur también se siente espantado, pero no niego que lo me jode más no es el
espanto de las portadas, sino el avance de La rata naranja.
Sin duda, se vienen días y semanas de
harta lucha. Y pensar que había gente ilusa y sin criterio político que juraba que Verónika Mendoza podía derrotar a la hija del dictador.
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