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Domingo de sol. 2 de mayo. Día del
trabajador.
Salgo a hacer las compras para el
desayuno y veo a muchísima gente trabajando, desde el pata que vende espectaculares
tamales de pollo y chancho, hasta la señora que desde hace más de treinta años
despacha chicharrón con camote frito.
A diferencia del verano, disfruto del
sol de otoño. El brillo del sol en la pista convierte a esta en una de ballet.
Me detengo frente al quiosco y compro, aparte de los diarios de siempre, un par
de diarios deportivos, porque anoche ganó Alianza, pero no los compro por eso,
sino porque me gustaría leer qué dicen los llamados especialistas de Mosquera.
El equipo juega a nada.
Mosquera ha tenido el tiempo suficiente
para plasmar aunque sea la noción de un estilo de juego. Es un pecho frío.
Lo que me molesta de la vida es toparme
con gente pecho frío, sin temperamento, alucinados de conformismo. Se deduce
pues que trato de abrirme de este tipo de personas y más de una vez lo he hecho
con mucha pena, sabiendo que entre tanto pecho frío hay muy buenas personas,
seres humanos redondos a los que puedes recurrir cuando necesites ser
escuchado, pero la modorra, el conformismo, son peligrosas plagas que se pegan
en uno, y sin darte cuenta te conviertes en un pecho frío.
Que me digan de todo, menos pecho frío.
Una señora vende jugo de naranja en una
carretilla. Me acerco y pido un jugo de naranja. Observo a la gente, y ubico a
más de uno, pero no me saludan, quizá se preguntaran si soy el que soy, a qué
se debe que mi rostro no de visos de arrugas y surcos, porque si algo he
notado, es el peso de la vida en muchos de ellos.
Se supone que ya debo regresar a casa,
pero me quedo caminando un rato más. Disfruto del sol del otoño, del único sol
que puedo disfrutar.
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